miércoles, 14 de octubre de 2009

El bucle melancólico

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“La estatua de Apolo es la más sublime de todas las obras antiguas que han podido escapar a la destrucción. El artista que lo creó debió guiarse exclusivamente por un ideal, no tomando más materia de la imprescindible para dar forma a su inspiración. Este Apolo supera a todos los demás, del mismo modo que el Apolo de Homero queda muy por encima del que nos hayan podido pintar los poetas posteriores.
Su talla encierra una hermosura física superior a la de los hombres, y toda su actitud es reflejo de su grandeza interior. Una eterna primavera, tal como la que reina en los felices Campos Elíseos, confiere a la atractiva plenitud masculina una amable y armoniosa juventud que asoma dulcemente entre la orgullosa constitución de sus miembros.
Penetra tú, lector, en el reino de las bellezas incorpóreas y procura convertirte en el creador de una naturaleza celestial, para llenar su espíritu en la contemplación de una hermosura excelsa. Sólo así sentirás lo que representa esta obra, pues nada hay en ella que sea mortal ni que esté sujeto a las necesidades humanas. No vemos en la figura venas ni tendones que rieguen o agiten el cuerpo, sino un espíritu celestial que invade suavemente todos sus contornos.
Apolo acaba de perseguir y dar muerte a la serpiente pitón contra la cual poco antes disparara con su arco. Desde la noble de su contento, su mirada parece perderse en la lejanía, muy por encima de su victoria sobre el reptil. Sus labios, en cambio, demuestran desprecio, y el enojo dilata sus fosas nasales hasta llegar a su orgullosa frente. Sin embargo, ésta conserva una serena paz, y su mirada es dulce y tranquila como la de las Musas que desean acariciarle.”

Releyendo unos apuntes sobre metodologías en la historia del arte, me encuentro con este  párrafo de Johann Joachim Winckelmann, incluido en su “Historia del arte en la antigüedad”. En él se alaba la escultura del Apolo Belvedere (colecciones Vaticanas) como el ideal de belleza artística, una de esas obras referente según la visión estética del maestro alemán y que no han sido superadas por los "mediocres" escultores surgidos en época posterior. Lo siento malpensados, no es una carta abierta de Mariano Rajoy en el ABC o La Razón ensalzando al gran líder José María Aznar. Dudo mucho que Winckelmann hubiese elogiado de esa forma al enano del bigote, aún siendo coetáneo suyo. Aunque ahora que lo pienso, si cambiamos cuatro palabrejas del texto original, podría pasar por ser una loa de un vocero peperil al gran líder. Porque el culto a Aznar, del que alardean los principales barones del PP, y que no es más que peloteo al propietario de las llaves del chalet (sito en Genova 13 “Rue del Percebe”, para más señas), da bastante grima.

Y es que la última de esta caterva de pelotas, ha sido despreciar la situación de las relaciones bilaterales España - EEUU, con motivo de la visita oficial que el Presidente Zapatero está realizando por aquel país. Los adláteres del gran líder de la derecha hispana, se han apresurado a denunciar el servilismo de Zapatero, contraponiéndolo con la grandeza del estadista vallisoletano, que estando al frente del ejecutivo español fue capaz de mirar de igual a igual al Presidente norteamericano. Eran dos amigos que se apreciaban y respetaban, dos líderes mundiales en representación de dos naciones hermanadas y al servicio del mundo, para lo cual estaban trabajandouuu en ellouuuu!!! Lástima para los peperos que estemos en la era de la informática y podamos acceder fácilmente a periódicos y videotecas de esa “gloriosa” etapa aznaril. Así, podemos comprobar como el mandril bigotudo no era más que el perrito faldero de George W. Bush, o como dice Iñaki Gabilondo “el monaguillo” del Papa George: “pero la normalidad se había quebrado ocho años antes, cuando llegó Aznar. Sus servilismo le fue gratificado con familiaridades que le hicieron malinterpretar su propio deslumbramiento. El monaguillo se creyó cardenal porque estaba cerca del Papa y fue utilizado como submarino contra Europa y copatrocinador de la Guerra de Iraq. E hizo algunos ridículos memorables.”

En conclusión, que si para Winckelman, el “ideal” de belleza (o el estilo sublime o el arte con mayúsculas...) es aquel que es capaz de superar a la propia naturaleza, como el Apolo Belvedere, para los fachosos patrios ese ideal lo encarna Aznar, un tipo sobrenatural, amén de referente moral, bastión neoliberal y "lo más grande ca’ parío Caí" (pese a ser de Valladolid)…

Y es que nunca un enano con un abdominazer llegó tan alto… en las fantasías de algunos. Un bucle melancólico del que muchos no saben salir.

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