martes, 2 de febrero de 2010

Neuromante, un cyber-lío de cojones



Cuando apareció publicada “Neuromante”, hablamos del año 1984, el mundo de la ciencia ficción se apresuró en elevarla a los altares, considerándola como obra cumbre de este género literario e introductora de un nuevo subgénero al que denominaron cyberpunk. Probablemente su autor, el norteamericano William Gibson, nunca llegó a soñar que con su primera novela alcanzaría semejante éxito, ni que iba a conseguir acaparar con una sola obra los tres principales premios del sci-fi: el Nebula, el Hugo y el Philip K. Dick de novela. Estas circunstancias han supuesto que el señor Gibson no tenga que padecer por su situación económica, ni la de sus hijos y nietos, de aquí a la eternidad. Y da lo mismo si el resto de sus obras son una basura, sus editores saben que con poner su nombre impreso en la portada del libro, este se convertirá en un gran éxito de ventas. También en el mundo del cine lo saben y lo han utilizado para dar lustre a películas que adaptan alguno de sus cuentos. Es el caso de esa obra maestra del séptimo arte titulada "Johnny Mnemonic", con el siempre expresivo Keanu Reeves en el papel principal. Léase con sorna lo de "obra maestra"… y lo del "expresivo" Reeves.

El caso es que si “Neuromante” es lo máximo que Gibson ha conseguido tras devanarse el cerebro, no quiero ni pensar en como serán el resto de sus novelas. Y no pienso comprobarlo, la verdad. Vale sí, que el tío escribiera la novelita a mediados de la década de los ochenta, anticipándose en varios años al impacto que causarían los temas relacionados con la realidad virtual, tiene su valor. Ahora, hubiera sido más meritorio que, con ese novedoso envoltorio, creara una historia mínimamente interesante y medianamente comprensible al lector. Porqué ahí radica el principal problema de “Neuromante”, en que no se entiende un pijo y lo poco que se deduce es una puta mierda. Un torrente de jerga indescifrable que se refiere a nebulosos e indefinidos mundos virtuales, con profusión de maquinitas fantasmagóricas y variedad de burradas a cada cual más grande, que no nos llevan a ningún sitio. Le quitamos el moderno embalaje cyberpunk y nos damos cuenta que lo poquito que se entiende es la misma historia (de mierda) mil veces contada, con mejor o peor fortuna, por otros tantos escritores. Un no parar de lugares comunes.

Y lo siento mucho si sois cyberpunkies (o como se diga) y consideráis que es un sacrilegio criticar a este pilar de tan glorioso movimiento. Pero es que siendo un habitual lector de novelas, muchas de las cuales son del género sci-fi, no acierto a comprender donde radica la gracia de “Neuromante”. Y me es imposible calificar como magnífico a un libro que lo único que hace es juntar frases y palabras, muchas de ellas inventadas por su autor, para al final no decir nada. Y nos tiene que dar igual que nos molen mucho las tecnologías de la información, la cibernética, la robótica, los nanoprocesadores y el resto de cachivaches propios del género, porqué esto es primera y principalmente literatura. Capish!!!

Para colmo, lo poco que se puede entender en la novela, tampoco es como para echar cohetes. La historia del prota, que se llama Case y es un “vaquero”, no mola nada. Por cierto que, lo de cowboy, poco tiene que ver con los míticos protagonistas de la pelis de John Ford. Aquí Gibson se refiere a unos desgraciados que se ganan la vida hurtando información en el ciberespacio, conectándose a unas consolas (no se concreta si es la Wii o la Xbox) lo cual les permite penetrar en “bloques de hielo” repletos de información. Y de la co-protagonista mejor ni hablar. La tal Molly es una especie de Lobezno en clave femenina. Aunque lo que más risa da de este personaje, es que lleva unas gafas implantadas quirúrgicamente. ¡Cojones!, tanto ciberespacio y tanta polla ¿y no han sido capaces de operarla de la vista como a la gente normal? ¿era necesario soldarle unas gafas en la cara? Ah! Y también mola mazo la visión que del futuro se nos da. Un carnavalito continuo que, por muy sombrío que nos lo quieran retratar, no da más miedo que cualquier película de Tim Burton. Eso sí, Norteamérica es representada como una única y gigantesca ciudad, el centro del mundo of course, mientras que Europa es un miserable vertedero. Aquí hay poca ciencia ficción, la misma visión que del mundo tenía Gibson en el 84, es compartida por sus compatriotas del presente. En fin, una novela bastante floja, la verdad.

Que coño floja, ¡¡¡infumable!!!

2 comentarios:

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