lunes, 22 de agosto de 2011

Sukkwan Island, de David Vann


"Por la noche, tarde, su padre volvió a llorar. Hablaba consigo mismo en pequeños susurros que sonaban como gemidos mientras lloraba y Roy no podía entender lo que decía su padre o descifrar cual era el dolor de su padre ni de donde provenía. Las cosas que su padre se decía a si mismo solo lo hacían llorar más, como si se obligara a hacerlo. Se quedaba callado y luego se decía algo mas y volvía a gemir y sollozar. Roy no quería oírlo. Lo asustaba y lo incapacitaba y no tenía forma de reconocerlo, ni ahora ni durante el día.
No pudo pegar ojo hasta que su padre terminó y se quedó dormido. Por la mañana, Roy recordaba el llanto, y le parecía que eso era exactamente lo que no debía hacer. En virtud de un acuerdo del que nunca había sido testigo, se suponía que debía oírlo por la noche y después durante el día no solo olvidarlo sino, de algún modo, hacer como si no hubiera existido. Empezó a tener miedo de las noches, aunque solo habían pasado dos. Por la mañana su padre estaba alegre otra vez y preparó huevos, cebolla, patatas y bacon. Roy fingió que tenía más sueño que él y que le costaba despertarse porque quería pensar y todavía no estaba listo para unirse a la alegría y el olvido"
Compré este libro por dos motivos. El primero y fundamental porque mi librero de cabecera lo incluyó entre las recomendaciones literarias para estas vacaciones estivales, lo cual no deja de sorprenderme una vez leído. La otra razón es porque había escuchado que el estilo literario de David Vann se asemeja al de mi amado Cormac McCarthy, cuestión esta harto discutible. El caso es que, con todas las salvedades que queráis, me ha gustado muchísimo Sukkwan Island. Un libro durísimo y desgarrador, en el que su autor recrea una atmósfera claustrofóbica y asfixiante en donde se intuye que la tragedia está a la vuelta de la esquina. La ambientación es cojonuda, en una remota, fría y solitaria isla de Alaska, accesible solo por mar y en hidroavión, de ahí que me sorprendiera la recomendación "veraniega" del librero. 
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La novela se estructura en dos partes y en cada una de ellas el hilo conductor lo lleva uno de los dos únicos personajes de la historia: Roy, el hijo; y Jim, el padre. Roy es un adolescente que acepta la oferta de su padre para pasar juntos un año en un inhóspito paraje de Alaska. La intención del padre parece ser  la de reconstruir una muy dañada relación paterno filial. Hay que tener en cuenta que Jim está separado de la madre de Roy, con la que este vive. Así de entrada no parece muy buena idea el llevarse a un crío de tan sólo trece años hasta una isla perdida para pasar un año en completa soledad, sobreviviendo a las inclemencias del tiempo y buscándose la vida para satisfacer las necesidades básicas. Más aún cuando el padre parece un inconsciente que no piensa en las consecuencias de lo que hace: no prevé la escasez de comida, la peligrosa cercanía de los osos o los inevitables imprevistos en un lugar al que ningún adulto responsable llevaría jamás a un niño. Con todo y pese a que, desde el inicio, sabemos que a Roy no le seduce demasiado la idea, allí que se plantarán los dos: el padre por necesidad, para purgar sus penas, y el hijo por obligación, ya que no quiere estar allí pero sabe que debe hacerlo por su padre. En fin, no cuento nada más para no joderos el libro, pero como os habréis dado cuenta la cosa no pinta nada bien. 
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Si esta novela es tan terrible y demoledora es por lo que nos muestra, lo descerebrados que podemos llegar a ser los adultos cuando no vemos salida a nuestra vida y volcamos todas nuestras frustraciones en los hijos. De eso sabe mucho David Vann a quien le cambió la vida a los trece años, como a Roy, su alter ego. Al parecer su padre, un hombre depresivo y desesperanzado, divorciado dos veces a causa de su infidelidad, le preguntó si quería ir a pasar un año con él a Alaska y él contestó que no. Dos semanas más tarde el hombre se suicidó. Según manifiesta el propio Vann, para superar el terrible sentimiento de culpa recurrió a la escritura y con tan solo 19 años acabó Sukkwan Island, su ópera prima. La “terapia literaria” consistió en darle la vuelta a la realidad, en fabular sobre como hubiesen ido las cosas si en lugar de decirle que no a su padre, le hubiera dicho que sí. Y ese es el germen de esta escalofriante novelita corta que no creo que decepcione a mucha gente. Muy recomendable. ...pero mucho, mucho. 
“Es raro, eso es todo. La mayoría de la gente no traería aquí a sus hijos. Y la mayoría de la gente traería algo de comida”.

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