jueves, 27 de octubre de 2011

Un tío grande ese Will Oldham


Una vez le leí a alguien algo así como que se cortaría un cojón por tener la voz de Bill Callahan. Pues bien, yo me cortaría los dos por cantar como Will Oldham. Obviamente es una exageración. Una de esas cosas que se dicen para ensalzar la grandeza del referido. Los necesito aún. Creo. Pero es que ver y escuchar en directo a Bonnie “Prince” Billy resulta sobrecogedor. Una experiencia mística y quasi inenarrable, aunque a través de este post intentaré hacerlo. 
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Estamos, sin ningún género de dudas, ante el cantautor norteamericano más importante de las últimas décadas. Un tipo que se prodiga poco por estas tierras, por lo que era de locos dejar pasar la oportunidad de verle aquí mismito, en Valencia -eterna olvidada de las grandes giras que transitan por España-. Así que, directo desde el curro y tras una dura jornada, marché hasta El Loco para ahogar mis penas en alcohol, con los lamentos del genio de Louisville de fondo. Salió a escena después de El Hijo -proyecto musical del ex - Migala Abel Hernández-, pero de su actuación poco puedo contar. Llegué bastante tarde y no le pude prestar mucha atención. Lo siento. Habría que pedirle cuentas al cenutrio de mi jefe. 

La cosa es que el amigo Will se presentó con un traje de hombre mayor y, para sorpresa de propios y extraños, con la barba afeitada. Luciendo un bigotti pelirrojo bastante chingón. Venía acompañado de un puñado de brillantísimos músicos entre los que destacaban el líder de The Cairo Gang, a las voces y a la guitarra, y Angel Olsen, guapísima folk singer de Chicago provista de una voz angelical (entre otras cosas que no viene al caso mencionar). Y en estas que empezó el show. Y ya desde ese primer instante en el que “el príncipe” se arrimó al micro, se me pusieron los pelillos de punta para mantenerse durante las dos horas que duró el concierto. En una gloriosa sesión en la que salieron a relucir, una tras otra, varias de las gemas de ese increíble repertorio de Mr. Oldham (“Love comes to me”, “Merciless and great”, “Go folks, go”, “Qual & dumplings”, “No match”, “I see a darkness”, “No match”…) Ufff!!! ¡Altísimo nivel! 

¿El acontecimiento musical del año en la capital del Turia? Muy probablemente. Por ponerle un pero, eché en falta en el repertorio a la maravillosa “Horses”. Y es que me hubiese gustado aquello de cabalgar sin miedo… y desaparecer en la noche... 

lunes, 24 de octubre de 2011

Entrada de mierda

El jueves por la noche tocaron Manel en la plaza de toros de Valencia. Fue en el marco de los actos organizados por la Universitat de València durante la tradicional Setmana de Benvinguda. Y estuvieron más que bien. Cojonudos. Diferente a la otra vez que les vi, pero rallando a la misma altura. Pero no tengo ganas de escribir sobre ello. Ni sobre aquello. Ni sobre nada. Se está muriendo la mama y esta vez parece que va en serio. Nada es eterno. Una pena. 
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Por cierto que, también actuaron Crimentales y Supersubmarina. Pero estos no estuvieron tan bien como el cuarteto barcelonés. Es más, se aproximaron al abismo del cagarro musical. A la cuadratura del truño. 
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Byes majetes. Que os vaya bonito.     

viernes, 14 de octubre de 2011

X aniversario de "The Ghost of Fashion"


Cuando Eef Barzelay y sus chicos grabaron “The Ghost of Fashion”, allá por el año 2001, poco hacía prever que iba a convertirse en uno de los discos de referencia para los amantes del sonido alt-country y la americana. Y mucho menos que iban a triunfar, poniendo todas las comillas que hagan falta, en un país como España, más acostumbrado a venerar otro tipo de propuestas sonoras. Sin embargo, diez años después y para rememorar ese lanzamiento, Clem Snide, o mejor dicho los "Spanish" Clem Snide, decidieron embarcarse en una larga gira que ha de llevarles a recorrer prácticamente todo el territorio nacional. Se trata de un tour temático en la cual Barzelay y su banda de acompañamiento, los catalanes Partido, desgranan todos los cortes de “The Ghost of Fashion”, disco imprescindible para cualquier melómano que se precie. 
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Y hete aquí con el último romántico en la Tierra, borracho como una cuba para no perder la costumbre, cantando aquello de “I’m feeling like the ice cube in your glass meltig away…” o “The junky jews, so much to lose, the junky jews, sing the blues” y nosotros en primera fila, con la pinta de cerveza en la mano, haciéndole los coros. Fue el pasado miércoles por la noche, día de la Hispanidad para más señas, en la sala El Loco. Allí nos congregamos los de siempre, con alguna ausencia destacada, para celebrar nuestra particular ofrenda a la enseña patria y a la virgen del Pilar. Y os he de decir que, a pesar de que “Ice Cube” y “The Junky Jews” (bueno y también “Moment in the Sun”) fuesen los temas más celebrados de la noche, lo mejor del evento vino al final, cuando el amigo Barzelay salió a escena el solito e interpretó varias canciones en formato acústico. Se permitió incluso incorporar al repertorio la deliciosa “I Love the Unknown” incluida en “Your Favourite Music”, el otro gran disco en la trayectoria de Clem Snide. En fin, que lo pasamos (al menos yo) realmente bien. Y que ya son unas cuantas las veces que el pavo este visita la terreta y siempre es un placer pasar la velada en su compañía. ¿Que será lo próximo? ¿Reedición y gira homenaje al “Your Favourite Music? Y yo que lo vea. Que pasen lista. Por allí andaremos…  

jueves, 13 de octubre de 2011

Botchan


"Cuando finalmente llegamos a la plaza donde se celebraba el espectáculo, vimos el cielo lleno de banderas y enseñas que ondeaban en mástiles que se alzaban por todas partes. La escena me recordaba a los torneos de sumo de Eko-in, y a los funerales budistas del templo Honmon-ji en Tokio. Sobre nuestras cabezas, centenares de cuerdas atravesaban las calles, con banderolas colgadas que representaban todos los países del mundo. En la esquina oriental de la plaza habían levantado un escenario provisional para los bailarines de Kochi. Sesenta metros a la derecha del escenario había casetas hechas con esteras en las que había una exhibición de ikebana. Todo el mundo se apelotonaba junto a las casetas para admirar los arreglos, y aquí y allá se escuchaban exclamaciones de asombro. No obstante, a mí me pareció que no valían nada. Conmoverse de ese modo por un manojo de ramas retorcidas y tallos resecos de bambú, me parecía comparable a emocionarse por tener una novia jorobada o un marido contrahecho."
Para un japonés Botchan es la forma afectuosa y respetuosa de dirigirse a cualquier niño varón o de referirse a él ante otros miembros de su familia. Está formado por Bo (niño) y chan (sufijo que denota cariño y respeto). Pero también tiene un segundo sentido un poco menos amable y que se usa para referirse a un niño mimado o inmaduro. El Botchan de Natsume Soseki viene a ser una mezcla entre las dos acepciones. Un chaval que no se entera de nada, se ríe de todo, está en guerra con todo, al que todo molesta y ofende, pero al mismo tiempo a quien  cualquiera es capaz de embaucar. Es como un niño que no comprende el valor real de las cosas ni puede valorar las implicaciones de lo que dice ni de lo que le dicen. Una suerte de Holden Caulfield mezclado con Huckleberry Finn, pero a la japonesa. Un personaje con una absoluta falta de astucia que hace las cosas sin pensar, juzga sin pensar, habla sin pensar, actúa sin pensar y luego sufre las consecuencias. 
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La novela escrita hace más de cien años por Soseki, poeta, novelista y profesor descendiente de una familia de samurais venida a menos, es considerada como un clásico indiscutible de la literatura japonesa, siendo una de las novelas más celebradas por los lectores de aquel país. Narra las aventuras de Botchan, supuestamente alter ego del propio Soseki, al que mandan como profesor a una escuela rural situada en la remota isla de Shikoku. Allí se topará con una serie de extraños personajes y se verá obligado a hacer frente a una auténtica caterva de fieros alumnos asilvestrados, que se conjurarán para hacerle la vida imposible. Buenos mimbres para crear una historia divertida y tierna, de lectura sumamente agradable y fácil como se apunta en casi todas las críticas que sobre la misma he leído. Pero no es así del todo. Al menos en mi caso. Es fácil de leer, cierto, y no esta exenta de algún que otro pasaje bastante gracioso, pero poco más. No voy a decir que sea un mal libro, porque no lo creo y porque, no lo olvidemos, fue galardonado con el prestigioso Premi Llibreter 2008, pero desde luego no me parece la joyita que se me/nos ha querido vender. No sé si recomendarlo. Vosotros mismos.     

martes, 11 de octubre de 2011

¡Vaya políticos tenemos!


“¡Vaya políticos tenemos!”, monserga repetida una y otra vez por cientos de mónguers con derecho a voto, como si al hablar de políticos estuviéramos refiriéndonos a una raza de alienígenas que han desembarcado en nuestro planeta para llevárselo crudo y no de peña a quienes eligen y que salen de entre esos mismos mongolos. “Vaya casta política que tenemos en este país” escucho una y otra vez en mi entorno, entre mis compañeros de trabajo, mis amigos, en el metro…  ¿Vaya políticos tenemos? No, ¡vaya votantes que tenemos! Ese es el puto problema. Ese es, ha sido y, ojalá me equivoque, será el problema de este país comenzando por esta (antaño) bonita Comunidad Autónoma, el reino de la piruleta y la gominola en el ideario de Homer Simpson. Para muestra dos botones:   
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- 22 de mayo de 2011. Resultado de las elecciones autonómicas en la Comunidad Valenciana. Vencedor el Partido Popular del cada vez menos presunto corrupto Francisco Camps. El hidrópata y sus secuaces cumplieron con la rutina habitual, la de ganar las elecciones autonómicas por mayoría absoluta. Y lo hicieron sin sobresaltos, sin sorpresas, sin que los escándalos de corrupción agrietaran las fuertes vigas que los sustentan. Los resultados del PP lo precisan con una concreción espantosa. El caso Gürtel se esfumó en las urnas sin pasar apenas factura… como lágrimas en la lluvia. ¿Qué políticos tenemos? Sí, sí… vaya políticos… dignos de sus votantes. 
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- 1 de octubre de 2011. Acto del PP nacional en la ciudad de Valencia. Mariano Rajoy en el estrado ante la plana mayor del partido (excepto Camps, exiliado al Japón). Suelta el barbas casi sin inmutarse: “La primera obligación de una Administración es pagar a sus proveedores y que, si no tienen dinero en los presupuestos, que no asuman obligaciones". "Las Administraciones tienen la obligación de pagar". Y los honorables Consellers aplaudiendo acaloradamente, como si no fueran sus Consellerias las que pagan a los proveedores con casi dos años de retraso. Como si no formaran parte de una Comunidad que prefiere recortar en sanidad, educación, salarios de servidores públicos, subvenciones a cooperativas, a la investigación o a asociaciones de enfermos de salud mental, por poner unos ejemplos, y todo ello para pagar puntualmente el canon de la Formula 1 entre otros grandes eventos marca de la casa. Y la peña, los votantes, dando palmas. Como si hubiesen nacido ayer y no supieran que el tal Alberto Fabra, actual President de la Generalitat, ha recibido el testigo de manos de su propia gente. Que él ya estaba ahí desde hace mucho, generando todo este merder… ¡Qué políticos tenemos! Sí, sí… ¿acaso son peores que sus votantes? 
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Mientras tanto, a nivel nacional, veo como Alfredo Pérez-Rubalcaba desgrana las propuestas del programa electoral con el cual concurrirá a las elecciones generales del próximo 20 de noviembre. Rodeado de gentes de todas las edades, con la ilusión reflejada en sus caras, aplaudiendo la brillante intervención del candidato socialista. Y no me extraña, uno le escucha hablar y dice, "¡nano!, de puta Mulder!!!, ¿dónde estaba este tío hasta ahora?" Y al momento piensa, "ah! ¿pero este no era el Vicepresidente del actual Gobierno?" Ok… 
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Y sigo escuchando la misma cantinela... “¡vaya políticos tenemos!” Sí, sí, eso debe ser… como si a esos políticos no los votara nadie. Disparemos por elevación que es mucho más fácil que asumir nuestra propia responsabilidad. Doy fe de que así se duerme mejor. 
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PD. La foto que ilustra la entrada es la reacción de Peter Dinklage cuando leyó este post

viernes, 7 de octubre de 2011

El árbol de la vida


"¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia. ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel? ¿Sobre qué están fundadas sus bases? ¿O quién puso su piedra angular, Cuando alababan todas las estrellas del alba, Y se regocijaban todos los hijos de Dios?" Job 38 4-7

Joer que película más bonita que me tragué anoche, cagondeu. ¡Aún tengo los pelos como escarpias! Y es que “El árbol de la vida” es poesía pura, una sinfonía maravillosa, un fresco fascinante realizado por uno de los mejores pintores de la historia del séptimo arte. Porque creo sinceramente que esta es la mejor obra hasta el momento del esquivo Terrence Malick y tengo serias dudas sobre que alguna vez logre superarla. “El árbol de la vida” es una reflexión épica e introspectiva, personalísima como no podía ser de otra forma viniendo de quien viene, sobre el amor, la pérdida y el perdón. Es fascinante y maravillosa, como el mundo interior de Terrence Malick. El hilo conductor es el seguimiento de una familia de clase media norteamericana, los  O'Brien, tres hijos y sus padres, severísimo él y muy dulce y cariñosa ella. En su intimidad, magníficamente filmada por el cineasta texano, los chicos van experimentando la pureza y la maldad, la felicidad y la tristeza, la necesidad de explorar, de crecer y la aceptación o no de los imponderables que nos depara la fortuna. Para completar esta reflexión filosófica, Malick introduce maravillosas secuencias sobre el cosmos, fenómenos naturales, la creación de la vida y en general sobre todo lo divino que nos rodea. Y es que la vida, con todas sus miserias, con toda la mierda que nos toca tragar, con todas las injusticias que nos toca soportar, ¡es un puto milagro! ¿He dicho que la vida es un milagro? ¡El cine sí que es un milagro! 
Imprescindible. Obra maestra. 
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Otro punto de vista...

lunes, 3 de octubre de 2011

Revival y sofoco en El Loco


El sábado por la noche, en una sala El Loco a rebosar de gente y en medio de un calor asfixiante –¡los encargados del recinto se lo deberían hacer mirar!-, pudimos asistir al concierto de los británicos Kitty, Daisy & Lewis. Se trataba de su segunda aparición por estas tierras de Dios y fue mucho más multitudinaria que la anterior, seguramente por el buen sabor de boca con el que salió la gente de aquel primer concierto en Valencia. El caso es que no acabo de entender el furor que causa esta familia feliz consagrada al rock’n’roll revival, al rockabilly y al blues de corte blando entre mis convecinos. A ver, me explico, su primer disco estaba bien. Suponía un soplo de aire fresco en el mundillo de la música, dicho esto con todas las reservas del mundo ya que la propuesta de los hermanos Durham tiene poco de novedosa. Con todo, el verlos a ellos tres ahí tan guapos y jóvenes, junto a sus papas, homenajeando a gentes como Louis Prima, Louis Jordan o incluso a Elvis Presley y Johnny Cash, tenía su aquel. Pero entonces llegó el éxito comercial, las buenas críticas y muy posiblemente la autocomplacencia. Así que se embarcaron en la grabación de un segundo álbum, aquel al que los críticos musicales suelen referirse como el de consagración… pero no. Y sí, lo sé, yo también he leído por ahí que este disco les reafirma como una de las bandas punteras del panorama internacional y que sus trece cortes son joyitas de profunda calidad rítmica que muestran un inagotable compromiso con la autenticidad. También que ha cautivado a gentes tan dispares como los Eagles of Death Metal, al tío de Coldplay o a la difunta Amy Winehouse (que ahora que lo pienso, no sé cuando coño escuchó el disco). Pero insisto, “Smoking in heaven” es más de lo mismo, pero peor. Joer si es que hay momentos –muchos- en los que suena hasta mal y de no ser por canciones como “Don’t make a fool out of me”, “Messing with my life” y en menor medida el single de presentación “I’m so sorry”, me atrevería a calificarlo como una auténtica mierda. En fin, para gustos los colores. 
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Con todo, como os he dicho al comienzo, acudí a verles. Fui junto a un montón de amigos, algunos más entusiastas que otros, pero creo que la mayoría de ellos salieron encantados. A mí simplemente no me disgustó, con lo que ello supone. O sea, que pagar 6 euros para descubrir a alguien y pasar un buen rato no está mal, pero gastarse casi 25 napos y que lo único que se pueda decir al finalizar es “pues no estuvo mal”, es una auténtica putada. Porque no estuvo mal, la verdad, los chiquitos tienen carisma, el sonido fue bastante bueno, la recurrencia a los hits de su primer álbum -“Going up the country”, “Polly put the kettle on”…- fue acertada y la decisión de versionear el “I’ve got my mojo working” de Muddy Waters estuvo genial, pero en general me aburrí y, con las excepciones señaladas, tuve la sensación de que la cosa iba languideciendo hacia el inevitable final. Ni siquiera me emocionó cuando salió a escena ese genio de la trompeta de, ¡86 años! En fin, otra vez será, ¿larga vida a Kitty, Daisy & Lewis?, el tiempo dictará sentencia.  

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