domingo, 4 de diciembre de 2011

R.I.P. Sócrates Brasileiro Sampaio (1954 - 2011)


Soy de una generación de aficionados al fútbol que no pudo disfrutar ni de Pelé, ni de Cruyff, ni de Garrincha, ni mucho menos de don Alfredo Di Stéfano. Sí que lo puede hacer con “el Pelusa” Maradona, aunque os he de reconocer que, aún admitiendo su importancia como uno de los grandes futbolistas -¡sino el más grande!- de todos los tiempos, nunca me he sentido deslumbrado por su estrella. Tal vez se deba a que el personaje mediático ha acabado por devorar -y vista la oronda figura que se gasta puede que hasta literalmente- a aquel extraordinario diez y a sus jugadas de fantasía. Además, el mesianismo generado en torno al genio de Lanús siempre me ha tirado un poco para atrás. Por el contrario existen otros peloteros de menor calidad e, indudablemente, con un menor peso en la historia del fútbol, con los que un servidor creció y de los que guarda mejores recuerdos, siente más respeto y por los que profesa mayor admiración. Uno de ellos es, o mejor dicho era, el “Doctor” Sócrates, fallecido la semana pasada por culpa de una cirrosis hepática. 
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Aún recuerdo la impresión que me causó la primera vez que vi la imponente figura de este espigado centrocampista brasileiro. Fue durante el Mundial de España de 1982 y yo no era más que un crío. Ese Mundial, de infausto recuerdo para los aficionados españoles, no fue ganado por Sócrates y sus compañeros, pero con su particular look y su elegancia sobre el campo se ganó el coranzocito de muchos aficionados al deporte rey. Capitán de la segunda mejor selección de la historia de Brasil (con Zico, Falcao, Junior, Cerezo…) Sócrates no sólo fue conocido por sus habilidades con un balón en los pies. Haciendo honor a su nombre de filósofo griego, el de Sócrates es uno de los escasos ejemplos de futbolista centrado en sus opiniones, implicado políticamente e intelectualmente formado. No en vano el sobrenombre de “el Doctor” no le viene tan sólo de las clases magistrales impartidas sobre un terreno de juego, sino que, realmente, el tipo se había licenciado en medicina. De hecho, una vez retirado dedicó su vida a ejercer la profesión médica. En cuestiones políticas es conocido su activismo social y su lucha por la democracia en un Brasil en plena dictadura. Junto a sus compañeros Wladimir y Casagrande fundó un movimiento contra el autoritarismo de los clubes, microcosmos de lo que sucedía en el país carioca. Cuando el miedo era generalizado, él politizó el fútbol y ayudó a desmantelar la dictadura. A finales de 1982 su club, el Corinthians de Sao Paulo, ganó el Campeonato Paulista y los jugadores aparecieron con un lema impreso en sus camisetas: “Democracia”. Son los tiempos de la llamada “Democracia Corinthiana” que consagró a Sócrates y a sus compañeros como verdaderos héroes nacionales. También sabemos de su devoción por Ernesto el Che Guevara. Una admiración sincera, no como la que han manifiestado otras estrellas al tatuarse la efigie del revolucionario como si de una moda se tratase.   
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Sin embargo sus conocimientos en el campo de la medicina no bastaron para impedirle caer en las garras del alcoholismo. Una enfermedad que lo tuvo a maltraer en los últimos años y que finalmente le ha causado la muerte. Hasta siempre Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira. Hasta siempre a esas barbas y esa melena tan característica, a esos precisos y preciosos pases de tacón, a esa elegancia quasi arrogante sobre un terreno de juego y, por supuesto, adiós a esa mítica zamarra amarilla con el ocho estampado en la espalda. Descanse en paz. 

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