martes, 7 de febrero de 2012

Berenjenal nº 153. El caso Contador


Contador se ha dopado y por lo tanto merece una sanción, es lo justo. A quien infringe una norma se le ha de sancionar. Ese es el principio básico en el cual se sustenta todo este tinglado. La existencia de ese conjunto de reglas y normas que establecen el marco adecuado para las relaciones entre personas e instituciones, autorizando, prohibiendo y permitiendo acciones específicas que atiende al nombre de justicia. Un sistema que, como todo el mundo debiera saber, tiene un fundamento cultural pero también formal, o sea, que si bien se basa en un consenso amplio entre los individuos de una sociedad sobre lo que es bueno y lo que no lo es, además requiere una codificación en forma disposiciones escritas que han de ser aplicadas por personas especialmente designadas a tal efecto.

Hasta aquí bien. O sea, bien porque como sociedad entendemos que el doping en el deporte esta mal, por ser malo para la salud y para la competición deportiva. Ergo si te dopas, se te ha de sancionar. Y como ello viene recogido en algún código normativo, en el caso que nos ocupa el reglamento antidopaje de la Unión Ciclista Internacional (UCI), y se ha juzgado por órganos investidos de esa potestad como el TAS, máximo órgano judicial en el ámbito del deporte, pues no hay nada a oponer… ¿o sí? A partir de ahora viene lo malo.

Lo malo es que la sanción es exagerada. Es la sanción máxima que se le podía haber impuesto cuando, no hace falta ser especialista en nada, para darse cuenta que las circunstancias concurrentes distan mucho de ser las más graves que se pueden dar en este tipo de infracciones. O sea, que no puede ser lo mismo el dar positivo en un control aislado y por esa ínfima cantidad que el dar positivo tropecientas veces y en cantidades muy superiores, como así ha ocurrido en otros muchos casos en la historia reciente de este deporte. Hay una cosa llamada principio de proporcionalidad y en el caso que nos ocupa no parece que se haya aplicado. No es un asunto baladí, sin él la justicia es menos justa. Y sí, ya lo sé, se le sanciona porque existe la sospecha de que la existencia de esa pequeña cantidad de clembuterol en su organismo enmascara algo más grave. Ya. Pero habrá que demostrarlo, ¿no?

¡Pues no! Porque aquí juega la prueba diabólica, un asunto que me deja pasmado, sobretodo al ver que casi nadie de los medios se eche las manos a la cabeza ante semejante barbaridad. O sea, que corresponde al acusado el demostrar su inocencia y no a quien acusa el demostrar su culpabilidad. De ahí que la sentencia concluya diciendo más o menos que, bueno, no parece que haya habido intoxicación alimenticia aunque tampoco se descarta. Tampoco se puede aseverar que haya habido dopaje pero lo más probable es que la contaminación se deba a la ingesta de algún suplemento alimenticio… Wtf!? ¿Qué clase de aberración jurídica es esa? Vamos, que como yo, señor juez, no sé que carajo ha pasado y lo que tú me dices no me lo aclara, pues te sanciono duramente aunque ni siquiera yo soy capaz de asegurar nada. Pa’ mear y no echar gota.  En fin…

Y eso por no hablar del tema de la lentitud. ¡Más de año y medio para resolver! Sorprendente a la vista de la resolución. Si tan claro estaba, ¿a que Santo tanta demora? Estos señores deberían saber que la justicia lenta ni es justicia ni es nada.

Para colmo, según leo en algunos medios franceses (e italianos), las autoridades, los opinadores y los empresarios de la cosa ciclista se congratulan de la dureza de la sentencia porque es “ejemplificante”. Pues cojonudo. El problema es que el TAS está para juzgar y sancionar ilícitos de su competencia, no para “ejemplificar”. El que Contador sea un mal ejemplo para el ciclismo, el deporte o para la infancia, como los demagogos de turno se han apresurado a decir, no es labor de ningún tribunal. Más aún cuando el ciclista ya ha sido condenado moralmente y sometido a un linchamiento mediático orquestado principalmente desde Francia, con L’Equipe y Le Monde (con los organizadores del Tour de Francia detrás filtrando cosas a conveniencia) a la cabeza. Sólo hay que ver el “reconocimiento” al que fue sometido Contador durante la presentación de la pasada edición de la ronda gala. Eso sí, mucho actuar por detrás pero nada de ser coherentes en sus actuaciones. Si tan seguros estaban de su culpabilidad, si tantos indicios obraban en sus manos, lo lógico hubiese sido prohibirle participar en cualquier tipo de competición. Pero eso no interesaba, que una carrera sin el mejor escalador del mundo es menos carrera, menos audiencia, menos ingresos y un mal negocio ¿no señor Preudhomme? En fin, que por desgracia vivimos en un mundo en el cual juzga quien no tiene competencia para juzgar y a quien realmente le corresponde tan sólo ejecuta órdenes… o ejemplifica, que parece que de eso se trata.  

Y sí, de acuerdo, en España se han hecho las cosas rematadamente mal en asunto de dopaje, con episodios vergonzosos como la Operación Puerto. También es cierto que entre los pro-Contador existe un gran número de hoolligans que se suman a la causa tan sólo por patrioterismo barato u otros que se sienten víctimas de la  histórica envidia de los franceses cuando se ven superados en algo por el vecino pobre. ¡Pero coño!, eso no quita que todo este proceso sea un enorme despropósito que poco bien le hace al ciclismo y al deporte en general.

En fin, un desastre de consecuencias irreparables. Porque yo no descartaría que esto acabara en la justicia ordinaria y allí puede pasar cualquier cosa. El tiempo será quien dé o quite razones, pero la cosa pinta bastante mal. Por lo pronto, este deporte tan bonito y tan sufrido lleva años resintiéndose por sus escándalos y por la incompetencia de sus dirigentes, perdiendo adeptos a marchas forzadas. Y no parece que este affaire vaya a detener esa espiral autodestructiva. Bastante más gente se va a borrar, hasta yo mismo.

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