viernes, 23 de marzo de 2012

Deer Tick se sacan la chorra... pero no nos mean


…y el tío coge, se saca el nabo y comienza a rasgar las cuerdas de su guitarra como un animal marcando territorio. Tremendo colofón para un concierto increíble, otro más, para no perder la costumbre, ya que estos tipos son unas bestias sobre el escenario.

El sujeto del que os hablo es un rubio alcoholizado que atiende al nombre de John McCauley y la banda en cuestión es Deer Tick, una de las propuestas más interesantes surgidas dentro del nuevo rock estadounidense. Ayer noche actuaban por segunda vez en poco más de un año, en esta ciudad de segunda en lo musical (y en demasiadas cosas más) y las sensaciones, al igual que ocurrió la otra vez, no pudieron ser mejores. Y eso que la actuación fue bastante corta y prácticamente centrada en sus últimos e inferiores discos: el “Tim EP” y “Divine Providence”. Okey, ahora explicaré esto último.

En primer lugar quiero dejar claro que, tanto el “Tim EP”, como especialmente “Divine Providence”, me parecen dos muy buenas piezas de rock. Pero sinceramente creo que son dos obras menores que palidecen ante todo lo anteriormente editado por la banda de Providence. Especialmente si hacemos la comparación con aquellas maravillosas “Black Dirt Sessions” de hace un par de años, con las que alcanzaron la excelencia musical. Y es que ese álbum era una joyita, canela fina, una referencia musical en lo que a cantautores crepusculares de la América profunda se refiere. Sin embargo en sus nuevas creaciones Deer Tick ya no se han cobijado tanto en esas raíces del folk, revestidas de soul, rock y country, sino que han preferido arrimarse a los parámetros del rock'n'roll más puro y más cañero. Un sonido crudo, ruidoso e incluso festivo, que en ocasiones nos recuerda a bandas como The Replacements, otras a la versión más movidita de Mr. Johnny Cash y en algunas a los inmensos Titus Andronicus (“Let’s all go to the bar”, con la que cerraron el show, podría pasar por ser una canción de la antigua banda del imberbe guitarrista Ian O’Neill).

También es verdad que, como se ha apuntado por gran parte de la crítica especializada, esos guitarreos distorsionados y esa energía de cariz stoniano se ajustan más a lo que Deer Tick gusta de ofrecer sobre un escenario. De ahí que las canciones incluidas en el recital sonaran tan bien así, rabiosamente ejecutadas por un quinteto en estado de gracia, como rabiosa se presenta la escucha de “Divine Providence”. Y por eso la cosa estuvo tan guay, además de por el evidente magnetismo que desprenden estos tíos sobre un escenario aún borrachos perdidos como iban, bien sea bajando a mezclarse con el público (McCauley), desgarrándose las cuerdas vocales como si les fuera la vida en ello (todos sin excepción), aporreando la batería como si no hubiera un mañana (el bataca gordo y barbudo de cuyo nombre no quiero acordarme) o punteando la guitarra eléctrica cual poseso por el espíritu de Satanás (O'Neill). 

En fin que la cosa estuvo de 10. Y que, después de verles en directo por dos ocasiones y degustar todos y cada uno de sus álbumes, me permito afirmar que están muy cerca de convertirse en unos grandes, si es que no lo son ya. Pero sobretodo Deer Tick me parecen una cuadrilla de buenos tipos que hacen buena música, con actitud pero sin ir de sobrados, lo que no es poco en los tiempos que corren. Dios los ampare y que no se nos mueran de una borrachera antes de parir unos cuantos discos más, aunque como no se controlen (especialmente el rubio de oro) no descartemos lo peor.

Ah! y que no se me olvide mencionar que con Deer Tick acabó un ciclo y comenzó otro. Yo me entiendo. Y no digo que el anterior fuera malo pero, visto lo visto... benditas seáis garrapatas del ciervo.

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