jueves, 9 de agosto de 2012

Esto es agua


David Foster Wallace fue un magnífico novelista, relatista y ensayista norteamericano considerado hoy día por muchos -entre los que me incluyo- como uno de los más influyentes escritores de los últimos veinticinco años. Hablo en pasado porque, como sin duda sabréis, David Foster Wallace está muerto. Se suicidó el 12 de septiembre de 2008.

Pocos años antes fue invitado a pronunciar un discurso en una ceremonia de graduación en la Universidad de Kenyon, sobre un tema de su elección. De ahí que el 21 de mayo de 2005, por primera y última vez en su vida, Foster Wallace pronunció su discurso dirigiéndose a los estudiantes de Humanidades del college. Lo tituló “Esto es agua” y es una joyita que resume el saber y el sentir del autor de “La broma infinita” o de “Algo supuestamente divertido (que nunca volveré a hacer)”.

Hacia el final del mismo se incluye el siguiente pasaje:
“Sé que lo más probable es que estas cosas no resulten divertidas ni simpáticas ni grandiosamente inspiradoras que es como han de resultar las ideas centrales de un discurso de ceremonia de graduación. 
Lo que son, bajo mi punto de vista, es la verdad, ya desapegada de un buen montón de chorradas retóricas. Obviamente, vosotros podéis considerarlas lo que queráis. 
Pero, por favor, no las despreciéis como si fueran un sermón moralista de consultorio radiofónico. 
Todo esto no tiene nada que ver con la moralidad ni con la religión ni con las grandes y elaboradas preguntas sobre la vida después de la muerte. La verdad con V mayúscula tiene que ver con la vida antes de la muerte. 
Tiene que ver con llegar a los treinta años, o incluso a los cincuenta, sin querer pegarte un tiro en la cabeza. 
Tiene que ver con el verdadero valor de una verdadera educación, que no pasa por las notas ni por los títulos y sí en gran medida por la simple conciencia: la conciencia de algo que es tan real y tan esencial, y que está tan oculto delante mismo de nuestras narices y por todas partes, que nos vemos obligados a recordarnos a nosotros mismos una y otra vez: Esto es agua.   
Esto es agua”.
Foster Wallace no llegó a los cincuenta años ya que tenía cuarenta y seis cuando decidió quitarse de en medio. Y no se pegó un tiro en la cabeza, se ahorcó.

Aquí disponéis del texto íntegro de su discurso, por si os interesa leerlo.

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