jueves, 27 de septiembre de 2012

Hopper


Pocas cosas se pueden decir sobre la pintura de Edward Hopper que no se hayan comentado ya. Recurriendo a los tópicos, nos referiríamos al indudable magnetismo que desprenden sus solitarios personajes, para continuar hablando de las fascinantes atmósferas de sus cuadros (tristes, melancólicas y sumamente frías aún cuando en muchas ocasiones emplea colores cálidos), para finalmente señalar la clara tendencia al geometrismo e incluso, porque no decirlo, al simplismo, tan característico en sus composiciones. Menos habitual es dirigir el foco hacia otras cuestiones bien presentes en su obra, incidir en, por ejemplo, la irrealidad de unas escenas en las que Hopper parece querer transmitir que nada es lo que parece. En ellas observamos la presencia de una serie de elementos que nos son fácilmente reconocibles, engarzados en una temática igualmente identificable, sin embargo somos conscientes de que algo no encaja, de que hay algo más que no se representa explícitamente y que perturba la normalidad de la América de Hopper.

Si os hablo de Hopper y sus misterios en este momento es porque, ya hace unas semanas, acudí a Madrid para presenciar la fantástica retrospectiva que sobre el pintor norteamericano expuso el Museo Thyssen-Bornemisza. La muestra, compuesta por una selección de setenta y tres obras, analizaba la evolución de uno de los más grandes representantes del realismo en el siglo XX en dos grandes capítulos. El primero de ellos arrancaba con su paso por el estudio de Robert Henri en la New York School of Art, recorriendo el periodo de formación del artista, con óleos, dibujos, grabados y acuarelas, e incluyendo un apartado con aquellas obras que el pintor realizó durante su paso por Europa. El segundo capítulo, sin duda el más interesante para un servidor, recoge varios de los hitos de su etapa de madurez, cuando Hopper ya era un artista reconocido e incluso cotizado. Entre ellas se incluían maravillas como “Habitación de hotel”, “Soir bleu”, “Dos cómicos”, “Casa junto a la vía del tren”, “Mañana en una ciudad”, “Oficina de noche”, “Primera fila”, “Sol en el segundo piso” u “Oficina de Nueva York”, echándose a faltar tan solo el glorioso “Noctámbulos” cuya inclusión en esta exposición hubiera sido la guinda del pastel. Se exponían asimismo piezas de otros artistas que influyeron directamente en la obra del genio de Nyack, como las de su maestro Henri, las de George Bellows, Félix Valloton, Walter Sickert o Edgar Degas. Es evidente que el gusto de Hopper por la pincelada sobria y empastada, los colores puros, las fuentes de luz directa, las composiciones equilibradas y la recreación de escenas interiores bebe de la obra de estos autores. Aunque también es notoria, estando suficientemente documentada, la influencia que sobre su obra tuvo el nuevo lenguaje cinematográfico. Y a este punto es al que quería yo llegar.
Al comienzo de esta entrada me he referido a los diferentes tópicos de uso  frecuente en artículos, estudios y/o análisis realizados sobre la obra de Edward Hopper. Voluntariamente me dejé uno, el que hace referencia a lo cinematográfico de sus composiciones, cuando es, posiblemente, el mayor y más conocido de todos ellos. Y si lo he hecho es porque entiendo que es aquel que más excede del análisis puramente pictórico y también porque es el que más juego da para escribir un post como este.

Hopper era un gran amante del séptimo arte. El tipo trasladaba a sus lienzos, grabados y acuarelas una serie de recursos típicamente fílmicos como son los encuadres horizontales, los planos medios aplicados fundamentalmente a personas, o el fuera de campo -sus personajes a menudo miran algo o a alguien que no vemos-. No hace falta ser un iniciado en la religión hopperiana y ni siquiera un especialista en arte para percibirlo. Las relaciones entre la obra de Hopper y la de insignes (y no tan insignes) directores de cine es evidente, desde Hitchcock, Antonioni, Siodmak, Douglas Sirk (el fotograma de más arriba corresponde a "Forajidos"), George Stevens o John Ford, hasta Bogdanovich, Wenders (primera imagen justo aquí abajo), Malick (segunda), Coppola (tercera) o Lynch (¡sí, sí! El puto David Lynch también). Ahí van algunos ejemplos:



"Hopper", una maravillosa exposición sobre la obra de un autor imprescindible. 

lunes, 24 de septiembre de 2012

Aguirre, der zorn gottes


En su ópera magna "Aguirre, la cólera de Dios" (1972), Werner Herzog retrató la figura de un megalómano mítico: el conquistador vasco Lope de Aguirre. Fue este personaje histórico quien, en 1560, se puso frente a la expedición española que habría de salir desde el Perú en busca del mítico El Dorado. En esa aventura, Aguirre acabará perdiendo la cabeza y hasta la vida. Porque Aguirre, en su ida de olla, llegará hasta las últimas consecuencias ya que se creía invencible, inmortal, incorruptible… ¡un ser superior al mismísimo Dios!

Pues bien, varios siglos después otra Aguirre, no sabemos si descendiente de este aunque no nos extrañaría nada, y desde luego igual de megalómana (sino más), entra en escena. Hablamos de doña Espe, la lideresa madrileña, el azote de los progres, aquella que con sus gracietas, metidas de pata, injurias y fascistadas varias, es considerada por la derechona rancia y casposa de este país como la "Sarah Palin ibérica". Sí, sí, mozalbetes, esa misma, la impulsora de la “gestapillo” de Madrid, la  orquestadora del “tamayazo”… doña Esperanza Aguirre Gil de Biedma, grande de España… esa liberal sin parangón que ahora se nos va… tristemente, dirán algunos…

...tanta paz lleves como descanso dejas, diremos otros.

Liberal, bonito término. Característica que define a esta “política de principios y ferreas convicciones” que ahora se retira para, según ella misma ha indicado, estar más cerca de su familia. Una virtud, la de ser liberal, que aparece en todas las crónicas con la que la prensa afín despide a Doña Esperanza y que, como bien indica Nacho Escolar, resulta ya estomagante. En primer lugar porque tengo serias dudas de que el ser liberal sea una virtud en sí mismo. Y segundo, porque si el ser liberal implica ser partidario de la libertad individual y social en lo político y de la iniciativa privada en lo económico, la señora Aguirre dista mucho de haberlo sido. Leeros este artículo de Escolar en el cual recoge varios de los #liberalfacts de doña Espe. A ver que opináis. Son pa’ mear y no echar gota.

Sin embargo la visión que de Aguirre se nos quiere vender, elude todo eso. Los plumillas parecen dispuestos a montar una hagiografía sobre alguien que de Santo tiene bien poco. Nada que ver con los biógrafos de su re-tatarabuelo Lope, bastante más ecuánimes a la hora de plasmar las excentricidades del conquistador. Hablo del fraile dominico Gaspar de Carvajal, gracias a cuyo diario conocemos parte de la vida y milagros de Lope de Aguirre. Y es que hasta ese punto hemos llegado gracias a nuestra prensa libre. A añorar una figura como la de Gaspar de Carvajal, religioso enviado a Indias para instruir a los salvajes en la verdadera fe.

En fin, “La cólera de Dios” y “La cólera de Dios (reloaded)”, dos grandes películas sobre dos personajes nefastos.
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PD. El caso es que, observando la efigie del Aguirre protagonizado por el gran Klaus Kinski, hasta se parece a la Espe.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Bendito otoño


“Otoño” - Frederic Edwin Church (Hartford, 1826 – Nueva York – 1900) 
“Cuando el fuego otoñal enciende el paisaje se pueden contemplar los más bellos colores de la naturaleza”*
Hoy es mi cumpleaños (‘taitantos ya!!!). También es el inicio del otoño. Bendito otoño.
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*Vía Museo Thyssen-Bornemisza.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Paripé


"- ¿Que pasa?
- La burra por tu casa

- Por la mía pasa y por la tuya caga…" 
La mejor lectura que se ha hecho del encuentro Rajoy - Mas celebrado esta mañana en Madrid, la he escuchado en la radio y en clave humorística. Y es que dada la brevedad del mismo, la cosa no ha debido diferir demasiado de esto:
Artur Mas – ¿Pacto fisscal? 
Mariano Rajoy- No 
Artur Mas – Puessssss… ¿acord econòmic? 
Mariano Rajoy- No 
Artur Mas – …estatus diferensiado dentro del Estado??? 
Mariano Rajoy- ¡Que no!  
Artur Mas – Pues independència!!! 
Mariano Rajoy- Puesh te aplicosh el 155 y, tararí tararí… por el brrrl.lo te la hinco!!!
Y es que, macho, la pantomima de hoy tan solo cabe tomársela a cachondeo. Dos horas de reunión, tú, cuando pa’ cualquier jilipollez se están un día entero y más si hace falta. No han sido capaces de aguantar ni hasta la hora de comer, aunque tan solo fuera por aquello de disimular y que el populacho se creyera lo de la voluntad de entendimiento. Cuando la realidad es otra bien distinta y el único interés radicaba en acabar el paripé rapidito y que les diese tiempo a montar una rueda de prensa con la que abrir los noticiarios del mediodía.

En fin, Serafín… dos líderes que se ven las caras (duras), se toman unos bollos a costa del erario público, salen echando pestes del contrario y se olvidan de la gente a la que supuestamente representan porque, al fin y al cabo, ¿que son Mas y Rajoy sino las dos caras de la misma moneda? Dos oligarcas envueltos en la bandera, una con un par de franjas más que la otra, para goce y disfrute miles de lerdos tan orgullosos ellos de que sus padres eligieran follar en Vic y no en San Martín de Valdeiglesias o al revés. Ambos son parte del problema, no la solución. Porque ambos son partes de la estafa, como bien sabe El Roto:  
   

viernes, 14 de septiembre de 2012

Conclusiones tras el 11S: Es Rajoy quien rompe España

Que no va el tío y se manifiesta por la independencia de Cataluña… después le echará la culpa a Zapatero… si ej queeee


(Visto en El Intermedio de La Sexta

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Addenda seria:
Nunca pude entender el orgullo étnico o nacional. Porque para mí el orgullo debe ser reservado para algo que logra o alcanza uno por su cuenta, no es algo que sucede por accidente o de nacimiento. Ser irlandés no es una habilidad, es un accidente genético de mierda. No diría "me siento orgulloso de mis 5'11''" o "me siento orgulloso de tener una predisposición para el cáncer de colon". ¿Entonces por qué diablos debería vd estar orgulloso de ser irlandés, o orgulloso de ser italiano o americano o algo así?  
George Carlin. 

martes, 11 de septiembre de 2012

Contad'OR


El ciclismo, cuando le dejan, es espectacular. La Vuelta 2012 ha dado buena muestra de ello. Alejandro Valverde, "el purito" Rodríguez y Chris Fromme son unos cracks, como también lo son, a su nivel, el nibelungo Degenkolb, Dani Moreno o el magnífico trío de escaladores colombianos formado por Rigoberto Urán, Sergio Henao y Nairo Quintana. Pero el mejor de todos ellos, sin ningún género de dudas, sigue siendo Alberto Contador. Es más, creo que es el único superclase que nos queda en el pelotón, a expensas de ver la evolución del keniata Fromme o que el palangana de Andy Schleck madure de una puñetera vez. Y es que el pinteño agranda su leyenda y honra a este deporte en cada ocasión que se tercia. Su tesón, su combatividad y su clase obtuvieron justa recompensa donde menos se esperaba, en una jornada de esas mal llamadas “de transición”. Con un ataque como los de antes, de lejos, en la etapa que culminaba en Fuente Dé, un puerto de segunda tras los de Collado de Ozalba, de tercera, y de La Hoz, también de segunda, que no parecían ser el escenario propicio para la batalla. Épico… fantabuloso… Así que, gracias macho por hacer que esto repunte, con filete o sin filete. Y si dentro de catorce años te quitan esta Vuelta, pues como dice un amigo mío “que nos quiten lo bailao”.  ¡Grande "pistolero"! ¿He dicho grande? ¡¡¡enorme!!!

Homenaje de mierda, pero homenaje al fin y al cabo al sufrido deporte de la bicicleta, a Alberto Contador y a sus rivales, y a la Vuelta a España 2012, la mejor de las grandes pruebas ciclistas que se han celebrado durante el presente año (Vamos, pero de calle). Vaya si la hemos disfrutado. Enhorabuena a todos.   

Y como dijo Laporta “que n’aprenguin!!!”

La ciudad


A ver… ayer, en mí entrada sobre el mágico concierto que los Dry the River regalaron a la ciudad de Valencia, me excusaba por la tardanza en colgar la crónica haciendo referencia a unas justas y necesarias mini-vacaciones. Okay, pues ese tiempo de relax lo destiné cual moderno de medio pelo a hacer “turismo cultural”. Ya sabéis a que me refiero, aquello de visitar museos, exposiciones, galerías de aaaaarte…
…que no, que noooo, que todavía no soy tan shuuuper… las gafas de pasta aún no me han sorbido todo el (escaso) cerebro del que me proveyó el Creador… pero dadme tiempo y veréis.

Lo que sí hice es aprovechar mi estadía en la capital del Reino para ver un par de exposiciones de dos de mis artistas favoritos: Edward Hopper y William Blake. A la de Hopper en el Thyssen iba de cabeza, con reserva de hora y demás, sin embargo la de Blake me la encontré casi por casualidad en el Caixa Forum y tan solo puedo decir ¡benditas casualidades! Prometo reseña de ambas a lo largo de la semana. 

Pero Madrid dio para más. Por ejemplo para ver una interesante retrospectiva sobre los grabados arquitectónicos de Piranesi y, aprovechando que lo de Hopper era en el Museo Thyssen-Bornemisza, darme una vuelta por las salas en las que se expone su interesantísima exposición permanente. Obviamente para no morir de una sobredosis de arte, seleccioné las cosas que quería ver y entre ellas no podía faltar uno de mis cuadros favoritos, “Metrópolis (la ciudad)” de George Grosz, obra con la que ilustro esta entrada.

Y es que el berlinés George Grosz es otro de mis artistas de cabecera. Sobretodo desde que, hace unos años, viera una maravillosa exposición organizada por el MuVIM (Museu Valencià de la Il.lustració i de la Modernitat) en la cual se comparaba la labor como caricaturista del susodicho, con la del británico William Hogart y la del catalán Lluís Bagaria. Caricatura política, porque Grosz fue un artista de los que hicieron política de verdad. 

Según cuentan los que saben de esto, ya desde los primeros momentos, la obra de Grosz refleja un profundo disgusto por la vida. Un disgusto que se convirtió en indignación tras la Primera Guerra Mundial. Y aunque no llegó a batallar en ella, su rebeldía innata contra toda autoridad y su condición exquisita de dandy le hicieron rechazar violentamente esta situación y sentirse asqueado. Todo eso se plasma en esta maravillosa pintura de gran formato. Una feroz crítica a la sociedad alemana, a sus clases dirigentes, militares, burócratas, burgueses e Iglesia, a través de escenas llenas de violencia y sexo con las que el artista pretende expresar su odio y desesperación. En esta obra Grosz transforma el paisaje urbano en una aglomeración frenética, una composición con tintes apocalípticos. Los personajes tienen el rostro desfigurado por el espanto, perdiendo su condición humana para sugerir su condición de espectros (algo que, lastimosamente, cobra mucha significado hoy día). Como espectadores vemos la escena desde arriba, desde donde acecha el peligro sobre la metrópolis, porque quizás nosotros somos ese peligro… La preponderancia de la gama de rojos anuncia la inminencia del desastre en ese lugar que no es ningún lugar en concreto, si bien, las construcciones evocan al Berlín de la época (aunque se atisbe el ondear de una bandera norteamericana). Genialidad, no digo más. 

lunes, 10 de septiembre de 2012

Dry the River (+ Los Campesinos!) en La3


Una de las bandas cuyo disco de debut más me ha entusiasmado en muchísimo tiempo, pasó por Valencia. Bendita oportunidad. De las que escasean por estos lares. Sin embargo, aunque fue el pasado miércoles noche cuando los Dry the River sonaron por acá, aún no os había hablado de ello. No es culpa mía… o bueno sí, pero para una vez que me tomo unos días de vacaciones, tampoco era cuestión de perder el culo buscando un cibercafé en el cual colgar la crónica del concierto.

Bien, vamos allá… Dry the River son de Londres y como he dicho al comienzo, tan solo ostentan en su haber un álbum, el glorioso (sí, habéis leído bien) “Shallow Bed”. Es por ello el que un servidor pagara la mordida de rigor (subida del IVA incluida) para ver como se defendían en directo. Y ello a pesar de que como me olía y acabó por confirmarse, su actuación iba a ser más bien corta, ya que se presentaban como teloneros de los galeses Los Campesinos! Con todo, a pesar de los escasos cuarenta minutos que duró su concierto, terminaron por convencer a un público más emocionado con su puesta en escena que en toda la actuación de los sobrevaloradísimos cabezas de cartel.  

Si he remarcado la procedencia londinense de estos chicos ha sido por dos motivos. En primer lugar porque ellos mismos se encargaron de dejarlo bien claro al comienzo del bolo y en un más que correcto castellano: “somos Dry the River y venimos de Londres, Inglaterra”. Supongo que la aclaración era por si había algún despistado en la sala incapaz de ubicar la capital británica en un mapa (que también manda caralho!!!) El segundo y más importante es para puntualizar que, si bien Dry the River son de allí, no suenan como una banda inglesa cualquiera. Podría afirmarse que los tipos ofrecen una suerte de sonido que los entronca más con las bandas de americana o alt-country/bluegrass de nuevo cuño. Podrían ser perfectamente una de esas propuestas barbudas venidas de ultramar, tan del gusto del que firma esta entrada. Pero no, Dry the River no son de Athens, ni de Austin, ni de Denton o Jacksonville, son de Londres y suenan de cojones, lo digo ya. Principalmente, aunque no solo, por la maravillosa voz de Peter Liddle, el líder de la banda, un tipo escuchimizado que vendría a ser como si Chris Owens (el de los Girls) formase parte de los Fleet Foxes, pero con una voz celestial que en ocasiones recuerda a Jónsi (Sigur Rós), en otras a Anthony (sin/con the Johnsons) y en otras al mismísimo Ben Bridwell (Band of Horses, Carissa’s Wierd). Sus compañeros tampoco se quedan cortos. De hecho los mejores momentos de la noche tuvieron lugar cuando los chicos se soltaron en composiciones interpretadas casi a capella (canciones que, para un servidor, son las mejores de su todavía exiguo repertorio).    

No puedo decir mucho más del concierto, más allá de criticar a los que no estuvisteis allí. Si bien, vosotros os lo perdisteis y ahí está vuestra penitencia. Por otro lado, por una vez y sin que sirva de precedente, la sala estaba casi llena. Algo extraño en una ciudad en la que los feligreses habituales en este tipo de eventos nos llamamos por el nombre. De la actuación de Los Campesinos! prefiero no comentar nada porque no quiero herir susceptibilidades… aunque debería. 

Ah! y si queréis escuchar el disco de Dry the River lo tenéis aquí en streaming, o aquí en Spotify for free.

Y aquí abajo incrustado tenéis su video choriflai de “The Chambers & the Valves”
 ...y de regalo esta preciosidad titulada “No rest”.
...y ya puestos, la que fue la mejor de toda la noche:

miércoles, 5 de septiembre de 2012

La guerra del fútbol


En junio de 1969 Honduras y El Salvador se enfrentaron por la clasificación para el Mundial que se celebraría al año siguiente en México, en dos polémicos partidos que acabaron degenerando en un conflicto fronterizo pronto bautizado como "la guerra del fútbol". Obviamente lo que realmente impulso este conflicto no fue el fútbol en sí, sino los intereses económicos de las oligarquías dominantes de ambos países, si bien el detonante (y a la vez la cortina de humo que ocultó el problema raíz) fue el deporte rey.

Estamos en un momento histórico en el cual la nueva y pujante burguesía hondureña quería desembarazarse del yugo de las exportaciones salvadoreñas que lastraban su desarrollo. Por otro lado, la burguesía salvadoreña no quería perder sus privilegios en Honduras ni dentro del Mercado Común Centroamericano (a su servicio y al de Guatemala, las dos “potencias” económicas de la época).

A eso hay que unir otra cosa. Durante los años precedentes habían llegado a Honduras cerca de trescientos mil campesinos escapando de El Salvador -el país más pequeño y más densamente poblado de Centroamérica, cuya tierra estaba (y está) controlada por un puñado de terratenientes-. Allí se establecieron de forma pacífica hasta que, a mediados de los sesenta, el gobierno hondureño decidió conceder a sus campesinos la propiedad de esas tierras de cultivo. Eso supuso, de facto, el que los campesinos salvadoreños tuvieran que emprender el camino de vuelta a su país. Y que El Salvador se negara a recibirlos. A partir de ese momento la tensión entre los vecinos irá en aumento, estimulada por una prensa descerebrada y patriotera que ayudó muy mucho en el tráfico desenlace final, acaecido tras la disputa de los mencionados partidos de fútbol.

El caso es que el polaco Ryszard Kapuscinski, uno de los mejores reporteros de todos los tiempos, decidió acercarse por allí. Llegó a Tegucigalpa horas antes de que estallara la guerra y dejó para la historia este mítico reportaje sobre los cinco días de enfrentamientos en los que consistió esta guerra fraternal.

martes, 4 de septiembre de 2012

s/c

Portada de una de las mejores revistas satíricas de este país: el ABC. Sí, sí, no es coña, está es la portada que trae el rotativo madrileño hoy, martes 4 de septiembre del 2012.
Muertesito me hallo...

(Gracias Javi)

sábado, 1 de septiembre de 2012

Stoner



Por fin dejamos atrás este apestoso mes de agosto y parece que también esas terribles temperaturas que hacen de este secarral llamado Valencia un espacio poco apto para la vida humana. Aunque septiembre no solo trae buenas noticias. Hoy sábado, es el día elegido por el Gobierno para poner en práctica su última ocurrencia: subir el IVA de la luz, el gas, el teléfono, la gasolina, los libros electrónicos, las entradas a conciertos o al cine, la ropa... Supongo que con ello el listo de la barba y sus secuaces complacen a Frau Merkel y al puto Bundesbank. En fin, para que seguir. No quiero ponerme de mala leche tan pronto, así que mejor pasar a cosas más agradables. Porque la intención de esta entrada no era retratar a la cuadrilla de mónguers que nos desgobiernan (eso ya lo hacen ellos solitos), sino recomendaros un magnífico libro que se titula “Stoner” (nada que ver con Kyuss y el resto de bandas de rock que participan de tan gloriosa corriente musical).
William Stoner entró como estudiante en la Universidad de Missouri en el año 1910, a la edad de diecinueve años. Ocho años más tarde, en pleno auge de la Primera Guerra Mundial, recibió el título de Doctorado en Filosofía y aceptó una plaza de profesor en la misma universidad, donde enseñó hasta su muerte en 1956. Nunca ascendió más allá del grado de profesor asistente y unos pocos estudiantes le recordaban vagamente después de haber ido a sus clases.
Este Stoner es el personaje de vida trivial y escasas ambiciones que protagoniza la novela que me acabo de terminar. Escrita en 1965 por un profesor tejano de nombre John Williams, está tan bien contada, que se hace difícil entender por qué es tan poco conocida hoy día. Porque es una novela preciosa, emotiva pero sin caer en la cursilería y sencilla, muy sencilla, lo cual aún la hace mejor. Y es que, según yo lo veo, es todo un logro conseguir que una obra como esta, que lo único que nos cuenta es la escasa resonancia de una vida pequeña y corriente, nos interese. La historia de un tipo gris cuyas aspiraciones se colman impartiendo clases de inglés en una universidad de medio pelo, renunciando a cualquier tipo de promoción (y también a otro tipo cuestiones extra-profesionales). Ahí está la gracia, el que John Williams haya conseguido que comprendamos, que (por momentos) nos sintamos identificados con un hombre que pasa de puntillas por la vida y que, en lugar de enfrentarse a los problemas, agacha la cabeza y rehuye la lucha (atado a una mujer que no le quiere, alejado de una hija a la que no puede querer, con una amiga/amante a la que no le dejan querer, con unos compañeros de trabajo que… bueno, ya veréis).  

Existe un pasaje al comienzo del libro, cuando Stoner está asistiendo a clase de literatura inglesa con el profesor Sloane, que define lo que será su vida. Su mentor recita un soneto clásico y es entonces cuando dirigiéndose a nuestro protagonista este le increpa tal que así: “El señor Shakespeare le habla a través de trescientos años señor Stoner, ¿le escucha?”.
William Stoner se dio cuenta de que por unos instantes había estado conteniendo el aliento. Lo expulsó suavemente, siendo entonces consciente de la ropa moviéndosele sobre el cuerpo mientras el aliento le salía de los pulmones. Desvió la vista de Sloane hacia otro punto de la sala. La luz penetraba por las ventanas y se posaba sobre los rostros de sus compañeros de manera que la iluminación parecía venir de dentro de ellos mismos para salir hacia la oscuridad; un alumno pestañeó y una sombra delgada cayó sobre una mejilla cuya parte inferior había recogido la luz del sol. Stoner advirtió que sus dedos se estaban soltando de su firme agarre al escritorio. Volteó las manos frente a sus ojos, maravillándose de lo morenas que estaban, de la intrincada manera en que las uñas se adaptaban al romo final de los dedos. Pensó que podía sentir la sangre fluir invisible a través de sus diminutas venas y arterias, pulsando delicada y precariamente desde las yemas de los dedos a través de su cuerpo.
Así será como quedará atrapado por las garras de la literatura para el resto de su vida, y comprenderá que, al margen de eso, todo aquello que le ocurra será secundario. Stoner sabrá desde ese preciso momento que si algo tiene que ocurrir, va a ocurrir, y por ello es inútil dedicarle más tiempo del necesario a asuntos triviales como la vida. Esta idea, que puede parecer una chorrada pero que define claramente al personaje, se ejemplifica muy bien en diferentes pasajes del libro, como en este ya hacia el final del libro, en el cual conversa con su médico:
“Sí”, dijo Stoner. “¿Cuándo quiere operar?” 
“Tan pronto como sea posible”, dijo Jamison aliviado. “En los próximos dos o tres días”. 
“Eso es pronto”, dijo Stoner casi ausente. Después miró fijamente a Jamison. “Déjeme preguntarle algo, doctor. Debo decirle que quiero que me responda sinceramente”. Jamison asintió.
“Si solo es un tumor, benigno, como dice ¿daría igual retrasarlo un par de semanas?” 
“Bien”, dijo Jamison con renuencia, está el dolor, y… sí, daría igual, supongo”. 
“Vale”, dijo Stoner. “Y si es tan malo como piensa... ¿daría igual retrasarlo en ese caso un par de semanas?" 
"Después de un rato largo Jamison dijo, casi con amargura: “Sí, supongo que sí”.
Pues eso es “Stoner”, un gran libro. 
Otro más. 
Anda que si no fuera por ellos…
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