miércoles, 19 de junio de 2013

El parricidio de Córdoba

El asunto es el siguiente: José Bretón, un ex-militar cordobés de 38 años cuyo último destino conocido fue Bosnia-Herzegovina, asesina a sus dos hijos de dos y seis años para vengarse de su esposa, de quien estaba en proceso de separación. El señor Bretón quemó los cuerpos de las criaturas, a las que previamente había asfixiado tras adormecerlas con somníferos, en un especie de horno creado al efecto en la finca “Las quemadillas” de Córdoba. José Bretón es culpable y por eso la Audiencia Provincial de Córdoba debe imponerle la máxima pena que recoge el ordenamiento jurídico español para este tipo casos. 

Esos son los hechos. Los conocemos gracias a los medios de comunicación que, desde el inicio de este truculento asunto, saltaron sobre este caso como lo hacen las moscas sobre la mierda. Y adoptaron el papel que les corresponde, osea, el de fiscal, el de acusador particular, el de juez instructor y el de magistrado de la Audiencia. ¿El de informar imparcialmente? Bueno, ese rol es menos importante. Así que, 40 años de trullo para el parricida. No hay más que hablar.

Ayer se celebró la esperadísima comparecencia de José Bretón ante el juez. Según contaron los medios, que retransmitieron el momento como si se tratara de un asunto de máxima prioridad nacional, el acusado se mostró frío y manipulador e incurrió en numerosas contradicciones. Los "especialistos" apostados en los diferentes platós de televisión, atestiguaron que Bretón es un ser vil, que mató a sangre fría a sus hijos, que su intervención en sede judicial demuestra que es más falso que la falsa monea y que no hace más que interpretar un papel para tratar de suscitar la duda razonable entre los miembros del jurado. Osea, que el tipo es más culpable que Judas y punto. Que los mató y no puede haber dudas al respecto. Y que eso es así, por que ellos lo valen. 
Y a mí, que soy desconfiado de nacimiento, me vino a la mente el caso Wanninkhof. ¿Lo recordáis?

Rocío Wanninkhof, malagueña de diecinueve años, asesinada en octubre de 1999 en Mijas. Uno de los mayores ejemplos de despropósito judicial-mediático producidos en la historia de este país. Un caso de error jurídico grave en el que tuvo especial relevancia el ambiente de histeria popular creado por los medios de comunicación. Como consecuencia, Dolores Vázquez fue declarada culpable de la muerte de Rocío por un jurado popular que debió ver mucha tele y escuchar a demasiado indocumentado metido a periodista. Unos años después se descubrió el error al resolverse otro caso de desaparición, el de la joven Sonia Carabantes. Eso fue en agosto de 2003. Resulta que el ADN del asesino de Sonia coincidía con el ADN encontrado en las pruebas del caso Wanninhhof y no era el de Dolores Vázquez, en la cárcel por aquel entonces, sino el de un súbdito británico residente en la zona y con un amplísimo historial delictivo en su país.

Mirad, yo no sé si José Bretón es culpable o no. Es más, me da completamente igual. Posiblemente lo sea. Quizás estemos ante alguien tan vil como para matar a sangre fría a sus propios hijos. Ya. Pero esto no es lo que me preocupa del asunto. Que una persona se cargue a sus hijos, entre cuarenta y pico millones de personas que somos en este país, no me parece alarmante. Que los medios de comunicación utilicen la noticia como carnaza y que la vida y milagros de José Bretón, sus niños, su ex-esposa y la madre que los parió a todos aparezca hasta en la sopa, con la que está cayendo, sí me lo parece. Y si además eso implica un juicio paralelo en virtud del cual nadie tiene dudas sobre la culpabilidad de Bretón, aún cuando el caso permanece abierto y no hay sentencia judicial al respecto, pues ya me diréis.  

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