lunes, 9 de diciembre de 2013

Espera a la primavera, Suloki

Hace frío, es invierno y es lo que toca, pero si a eso le sumamos el malestar físico, aún parece que haga más frío del que realmente hace. ¿O acaso es cierto que este invierno está resultando más fresco que los anteriores? Bueno, da lo mismo, tampoco me voy a quejar ahora. Todo el año despotricando sobre el asqueroso calor húmedo tan propio de estas latitudes y ahora que se está bien –entiéndaseme lo de bien- no es momento de contradecirse. El caso es que la época y las circunstancias me han parecido las ideales para reencontrarme con un viejo amigo de la juventud, don Arturo Bandini, alter-ego del novelista y guionista John Fante que protagoniza la conocida tetralogía compuesta por las novelas “Pregúntale al polvo”, “Camino de Los Ángeles”, “Sueños de Bunker Hill” y  “Espera a la primavera, Bandini”. De esta última es de la que ahora toca hablar.   

En este libro Fante nos introduce en la América de la Gran Depresión, un universo de carestías y miserias, de pobreza y humillación, más aún si uno es hijo de inmigrantes italianos de extracto bien humilde. El joven Bandini habita en este territorio dividido entre locales y extranjeros, no teniendo demasiado claro en que lado está. Eso sí, nuestro protagonista crece con la seguridad de hallarse en el bando equivocado, lo que le lleva a marginarse aún más si cabe. Las cosas son todavía más difíciles cuando tu pueblo soporta un clima hostil que imposibilita desarrollar casi cualquier práctica, cuando tu padre es un mal tipo que está más por otras cosas que por levantar una familia y cuando tu madre lo fía todo a la ayuda de ese Dios redentor a quien reza a todas horas pero que, como no podía ser de otra forma, ni está ni se le espera. Y en estas circunstancias intenta abrirse camino Arturo, un adolescente turbulento, contradictorio y visceral que lo fía todo a la esperanza de un futuro mejor. A esa primavera que, sin duda alguna, acabará por llegar.   

Por lo que a mí respecta, este Suloki transmutado en “Baldini” –que no Bandini- también espera su primavera. Aunque sea en forma de cosas tan sugerentes como bisturís, camillas y humillantes batas azules en las que es imposible moverse sin que se te vea el culo.   

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