viernes, 23 de mayo de 2014

Home roig, gos pelut, abans mort que conegut

Eso debieron pensar mis paisanos cuando vieron pasear por las calles de la ciudad al pelirrojo de Ha Ha Tonka. De otra forma no se explica que ayer noche, en El Loco, tan solo fuéramos cuatro gatos mal contados. Y no exagero ni media. ¡Entre una y dos docenas de espectadores para presenciar el show! Vamos, que me paré a contarlos... Y no se explica, la verdad, porque estábamos a juernes, la entrada costaba un precio más que aceptable, la sala es la mejor de toda Valencia y la banda era/es realmente buena. Esto último, lo de que Ha Ha Tonka son buenos, lo pensaba desde antes del concierto, pero mucho más después. Y es que la percepción sobre ellos pasó de buena a tremebunda. No esperaba que sonaran tan bien unos chicos a los que respeto por lo que ofrecen, pero de los que no soy fan incondicional. Unos tipos que, bordeando los límites del bluegrass, el folk americano más clásico, el rock de raíces y con sus pequeños guiños al universo pop, nos regalaron un directo emocionante y muy convincente que mereció un aforo mucho más amplio. Pero bueno, no sigo por ahí. Siempre digo lo mismo, que el que no estuvo allí se lo perdió.
Como no podía ser de otra forma la actuación estuvo consagrada a lucir los cortes de su último elepé, el fantástico “Lessons”, publicado en 2013. Y por allí desfilaron “Colourful Kids”, “Dead to the world” o la preciosa “Pied Pipers” entre otras muchas. Pero también hubo espacio para recuperar éxitos del pasado como “Usual Suspects”, de su anterior álbum “Death of a Decade”. Lo más parecido a un hit que la banda de Chicago vaya a tener jamás y una de las fijas en el setlist de los desgraciadamente inactivos Lehmann Brodas'. ¡Ahí es ná! Y no solo eso, hasta tuvieron tiempo de versionear al gran Tom Petty y sus rompecorazones... Eso fue casi al final, para cerrar la velada y dejarnos a todos los presentes con la sonrisa en la boca tras una bonita noche de deleite musical. 

Y para otra vez recordadlo: los pelirrojos también son personas y tienen sentimientos. 

jueves, 22 de mayo de 2014

Yo fui Johnny Thunders

- Chien! Andalusia. 
- Chien! Andalusia. 
En la canción la chica es guapa. El cantante, no. Es gordo y suda mucho. También es calvo. Demasiado calvo, demasiado gordo y demasiado sudado para sus veintipocos años. Gotas en la camiseta. En las axilas, en los pliegues del pecho. Minúsculas partículas en su calva. Él la invitó al cine. La quería impresionar. Ella está incomoda. Sabe que no debería haber aceptado esa cita pero no supo cómo decirle que no mil veces seguidas. Los hombres consiguen a las mujeres por inundación. Eso es algo que sabe cualquiera. 
- Chien! Andalusia. 
- Chien! Andalusia. 
Él sabe que no conseguirá nada de esa cita. Que pagará cine y refresco y nada más. Que ella no se dejará besar. Ni mucho menos conseguirá tocarle las tetas, conseguir su pastel de dedo. Que la acompañará a casa y verá cómo se mete en la portería y sanseacabó. Una vez más. Él es gordo, calvo, feo. Y suda. Mucho. Pero antes se lo hará pasar mal. Lo ha recreado en su habitación cientos de veces. Llevará a la chica bonita a ver una película que no le va a gustar. Una en la que cortan globos oculares con una navaja de barbero. Porque, nena, quiero crecer para ser algo que te haga daño, que no puedas apartar como si nada. Quiero crecer para montar una banda que se llamará Pixies y compondré una canción sobre chicas bonitas que no se dejan follar y a las que llevan tipos gordos, calvos y sudorosos a ver películas donde estallan globos oculares y la titularé: 
- Debaser!!! 
Sólo por ese fragmento ya os debería picar la curiosidad y leer esta novela.
Está firmada por Carlos Zanón y no me importa reconocer que, hasta que “Yo fui Johnny Thunders” cayó en mis manos, no le conocía ni de oídas. A él, que no a los Pixies, aunque eso da lo mismo. No es necesario profesar devoción por los de Boston para disfrutarla. Y es que la novela es muy buena, sobretodo por que está escrita de una forma portentosa. Por eso y por incluir un relato vibrante de la otra Barcelona, la que no sale en las guías turísticas, la de los losers, la de las gentes del extrarradio, la de quienes tienen suficiente consagrando su vida a la mera supervivencia. Ese es el paisaje por el cual deambula Mr. Frankie, un ex-yonki que, persiguiendo su sueño de ser una estrella del rock, llegó a ser Johnny Thunders. Aunque la ilusión tan solo le duró un ratito.
Y que no os despiste el que esté editada dentro de la Serie Negra de RBA. No creo que eso sea lo más importante. Aunque bueno, por estas tierras solemos decir que “quan més sucre, més dolç”.

sábado, 17 de mayo de 2014

The Autumn Defense en Valencia

John Stirrat y Pat Sansone son Wilco, pero también son The Autumn Defense. Stirrat es además el único miembro original que queda en la mítica banda de Chicago, junto a Jeff Tweedy claro está. Sin embargo el hombre, no satisfecho con su papel secundario en Wilco -y es que no hay que olvidar que Wilco está consagrado a la creatividad de Tweedy-, decidió darle salida a su pulsión creadora fundando The Autumn Defense. Un espacio en el cual incorporar todas aquellas composiciones propias que, de forma constante, le van viniendo a la cabeza en los trayectos y largas esperas que se suceden en las extensas giras de Wilco. Fruto de todo eso surgió “The Green Hour” en el año 2001 y luego vinieron cuatro álbumes más hasta llegar al mejor de todos ellos, el maravilloso “Fifth”. Justo el que vinieron a presentar a Valencia.

Desde que me enteré que estos tíos iban a pisar mi ciudad tenía claro que no me lo podía perder. Me gustan mucho The Autumn Defense y sobretodo sus dos últimos discos, circunscritos dentro de la mejor tradición pop norteamericana y que, por méritos propios, se incluyen entre lo mejor que nos han ofrecido los Estates durante los últimos años. Y eso contando con que no soy para nada fan de Wilco y los que me seguís habitualmente lo sabéis de sobra (¡para muestra un botón!). Pero es que lo que ofrecen Stirrat y Sansone es mucho más (halaaaaaaaaaaaaaaa!!!). Pues sí. Para mí sí. No hay ni un solo disco de Wilco que me emocione ni la mitad de lo que lo hace este quinto álbum de Stirrat & Sansone. Una maravillosa recopilación de momentos cálidos e íntimos. Preciosismo sonoro que, como decía algún crítico, evoca a los atardeceres californianos, inspirándose en el pop melódico de los 60 repleto de elegantes armonías y con perfectos acabados. Algo que nos retrotrae al imborrable legado de los Beach Boys del “Pet Sounds”, los Byrds o hasta a los Zombies, pero también, mucho más próximos en el tiempo, a los Jayhawks del “Rainy day music”.

El concierto fue una pasada, como no podía ser de otra manera. Las emociones a flor de piel durante poco más de una hora. Todo ello ejecutado con una precisión absoluta. Comenzando por esas voces que tanto sentimiento transmiten. Tan sólo un pero se les podría poner: el que no abusaran de sus últimas composiciones y se remontaran en demasiadas ocasiones a sus tres primeros discos. Pero bueno, eso es cosa mía y visto lo visto se les perdona. 
En fin, que no sé si aún continúan de gira por el estado pero, de ser así, no desaprovechéis la oportunidad de ir a verles.

jueves, 15 de mayo de 2014

Los extraños

Estoy más que contento con mis últimas elecciones literarias. Me gusta mucho leer, ya lo sabéis, y aunque tengo mayor debilidad por algunas temáticas y me muevo más fácilmente dentro de según que estilos, no prescindo de empaparme con propuestas diferentes y bucear entre autores para mí desconocidos. Esto último conlleva su riesgo y es que, algunas veces, llego a la conclusión de que he perdido el tiempo con alguien y mejor me hubiera ido si hubiese recurrido a la figura de alguno de mis esenciales.

Sirva esta somera reflexión para introducir a Vicente Valero, poeta y ensayista ibicenco que con la fantástica “Los extraños” ha hecho su primera incursión en el mundo de la narrativa. ¡Mi mejor compra durante la pasada feria del libro! Un gran descubrimiento. 
El libro es una compilación de relatos en la que el autor reconstruye la vida de cuatro de sus “extraños”, oseasé, familiares de quienes tan sólo conserva un puñado de noticias dispersas y a los que en el seno de la familia se alude con frecuencia por algún enigmático suceso, su peculiar oficio o por la fuerza de su singular personalidad. Circunstancias todas ellas que les obligó a permanecer alejados del devenir corriente de la familia. 

Desconozco si se debe a una cuestión de justicia, rescatando del olvido a quienes no merecían ser olvidados, o solo para saciar una vieja curiosidad, pero Valero se ha propuesto hablarnos del teniente Marí Juan, del artista Cervera, del comandante Ramón Chico o de Alberto el ajedrecista. Valiéndose de recuerdos familiares, breves apuntes biográficos, postales y la experiencia que procuran los viajes, Valero ha sido capaz de recorrer el rastro de sus vidas, la de sus abuelos, tíos y tíos-abuelos, emergiendo el paisaje de la Guerra Civil, el exilio, el Sáhara español o la Ibiza de los setenta. Hasta asoman la cabeza gentes como el escritor y aviador francés Antoine de Saint-Exupéry, el Gran Maestro Internacional polaco-argentino Miguel Najdorf, la célebre abogada y política republicana Victoria Kent o el genial Antonio Ruiz Soler más conocido como "Antonio el bailarín".    

Un libro ciertamente bonito. Un homenaje precioso. 

lunes, 12 de mayo de 2014

¿Uke? ¿Y quienes son Uke?

Había visto su último elepé expuesto por ahí, aunque no recuerdo bien donde. Me llamó poderosamente la atención por esa portada, sobria pero elegante y con evidentes reminiscencias a los mundos de Carl Theodor Dreyer. Aunque también por su título: “Yo era cigarro”. Homenaje al poeta, boxeador y, por encima de todo vividor suizo Arthur Cravan. Quien protagonizara aquel fantástico documental firmado por Isaki Lacuesta en el año 2002. El caso es que, ahora que lo pienso, es posible que fuese en Sebastian Melmoth, la tienda de rarezas que Roberto Martín y Laura Soriano regentan en la calle Sant Ferran, a la vera del Octubre y de una tienda de tés que está la mar de bien.

Porque Roberto y Laura además de botiguers son músicos. Ellos son Uke. Desconozco si son de Valencia o no, pero aquí es donde parece que desarrollan sus vidas y donde tocan de uvas a peras, para nuestra desgracia, normalmente en cafés y galerías. Y es una pena, la verdad, ya que su propuesta musical es realmente interesante y no muy conocida, precisamente por aquello de prodigarse poco. 

¿He dicho ya que lo que ofrecen Roberto y Laura es bueno? Pues lo es. Poesías sencillas pero intensas interpretadas a dos voces, en ocasiones simples susurros, con el único acompañamiento de una guitarra y un teclado. Canciones intimistas que nos hablan de desesperación, desamor y otros males del espíritu, evocando a gentes como Bill Callahan o Nacho Vegas. Las similitudes con el cantautor asturiano comienzan y no sé si terminan en el aspecto vocal.

Cuento todo esto porque Uke fueron los protagonistas del último Aperitiver del Tulsa. Y no me corto en decir que fue uno de los mejores que recuerde y van unos cuantos ya. 

¿Que qué es el Aperitiver? Pues esa cosa grande que montan los chicos de Verlanga junto con los del Tulsa en Benimaclet City. Sí sí tíos, eso mismo de lo que ya os he hablado en tantas ocasiones, sin ir más lejos aquí, aquí o aquí... Pero no me hacéis caso y no venís, así que, ya os apañaréis. Avisados estabais. No se me ocurre mejor forma de pasar un sábado por la tarde... en fin... 
Gran tarde-noche la que nos regalaron Uke, sí señor. Fantástico acústico. 
Podéis escucharles aquí mismo.  

domingo, 4 de mayo de 2014

El hombre de mazapán

Descendía caminando la cuesta del puente atrás el edificio derruido, una oscura figura erecta y un extraño. Vengan aquí hasta que les diga. Dónde está el mar alto y los vientos suaves y húmedos y tibios, a veces manchados de sol, con la paz tan absurda por desear donde todo está dicho y habla. En una noche de invierno oí caballos en un camino rural, arrancando chispas a las piedras. Sabía que huían y que cruzarían los campos donde el repiqueteo de cascos llegaría a mis oídos. Y dije están corriendo hacia la muerte y lo hacen con cierto espíritu y sus ojos están locos y muestran los dientes”
Tenía anotada la lectura de este novelón desde septiembre del año pasado, cuando Kiko Amat consideró que “El hombre de mazapán” reunía méritos suficientes para ser libro del mes en Bendito Atraso. Y vaya si tenía razón.

No estamos hablando de una novela actual, ni siquiera reciente, sino de algo que se publicó en 1965 e inmediatamente se vio envuelto en la polémica. Se trata del debut literario de James Patrick Donleavy, prolífico autor norteamericano de ascendencia irlandesa, quien se enfrentó por su causa a múltiples acusaciones de obscenidad. De hecho, por culpa de ello, las pasó canutas para lograr un editor. Al final encontraría acomodo en la editorial francesa Olympia Press, que parece le cogió el gustillo a eso de publicar autores "obscenos". Samuel Beckett o Henry Miller son buenos ejemplos de ello. El caso es que también gracias a eso “El hombre de mazapán” terminó por convertirse en un auténtico best seller de alcance mundial. Incluida la beata Irlanda, donde transcurre gran parte de la trama y en donde produjo mayor escándalo. No en balde el libro estuvo prohibido durante más de veinte años en aquel país.

Sebastian Dangerfield es el hombre de mazapán, prota de esta historia. Un vivales borrachuzo, seductor, aprovechado y más pobre que una rata, que malvive entre las callejuelas de Dublín, tambaleándose de taberna en taberna y de cama en cama. Un expatriado sin prejuicios y con mucha jeta que vive consagrado al arte de no hacer nada, burlándose del mundo y embaucando a señoras, a señoritas y a no tan señoritas. Un tipo que, al final de la carrera, no es más que una caricatura de si mismo, un pobre de espíritu que encierra dentro de sí una personalidad bastante débil. De ahí lo del hombre de mazapán, ya que la fortaleza de Sebastian, al igual que ocurre con esas galletas de forma humanoide, se deshace en migajas con suma facilidad.

Un libro libro guarro y salvaje, pero también lírico y conmovedor. Una historia rabiosamente divertida. Una de las cien mejores novelas del siglo XX, según la Modern Library. ¡Y con unos personajes secundarios verdaderamente memorables! Estupenda recomendación.
Cuando estuve ahí traté de que Tony se interesara en tomar el Norte por la fuerza. Y Tony me contó de la vez que pasaron la frontera. Todos querían liquidar policías, era imposible contenerlos, estaban dispuestos a clavar la tricolor en el Norte. De modo que pasaron la frontera, los bolsillos llenos de bombas caseras, granadas de mano y gelinita. Se encuentran con un policía. Son cuarenta, y viene un policía y dice vamos, vamos, este es el país del Rey, de modo que compórtense o tendré que encerrarlos a todos. Tienen la cara larga, pliegan la tricolor, dejan las bombas y se meten en la primera taberna y se emborrachan, y el policía con ellos. Estuvo bueno. Sabes, no creo que jamás quieran apoderarse del Norte. Barney dice que son la mejor gente de la tierra. Mira, quizá el Norte podría apoderarse del Sur.” 

sábado, 3 de mayo de 2014

Maravillosos Cuello

Escribían los del Mondosonoro que “Modo Eterno”, segundo y glorioso álbum de Cuello, es “otro disco esencial para una discografía que va tomando cuerpo de clásico”. Y yo, exagerado como soy en lo que respecta a la expresión escrita de mis pasiones, no podría estar más de acuerdo. Y si ya con eso, o con su anterior elepé, el no menos glorioso “Mi brazo que te sobre”, me tenían absolutamente ganado, ni os cuento después de verles en directo el pasado sábado. ¡¡¡Que burrada de concierto por Dios!!! Que animalada y lo digo en serio, que ya son unos años en este negociado... ¡Que grandes joer! Rendido a sus pies me hallo. Y eso que, según me cuentan, el show estuvo a punto de no celebrarse debido a un suceso luctuoso que afectó a alguno de los miembros de la banda valenciana. ¡Pues menos mal! Y es que, capitaneados por la particular voz del señor Guerrero y sobre la base rítmica de un animal llamado Oscar Mezquita, que le pega al bombo y a los platillos como si le debieran dinero, el concierto de mis paisanos fue una suerte de terremoto sonoro que no dejó en pie ni al edificio más chiquitito de la ciudad. Hasta un fiftypercent lisiado como quien suscribe estas líneas, botó como un poseso los temas de una banda que ya atesora un buen puñado de jitazos a la espalda. Y poco más tengo que añadir. Porque no tengo palabras. ¡Salvo que compren sus discos por Dios! Y vayan a los conciertos ¡pardiez! Que cosas como esta no suelen ocurrir en esta ciudad. No se arrepentirán.
Desde luego que son la mejor banda de la terreta, pero ¿son la mejor banda nacional del momento? Lanzo la pregunta, no más... Se abre el debate. 

viernes, 2 de mayo de 2014

Calvinismo en retirada

Hace un tiempo ya, décadas o más allá, que este menda gustaba de sumergirme en los mundos dibujados por Calvin Johnson, cabeza pensante de ese maravilloso trío de Olympia que se hacía llamar Beat Happening. ¡Gratos recuerdos! Y no solo recuerdos ya que aún hoy día, tantísimos años después, las melodías incluidas en el “Jamboree”, el glorioso “Dreamy” o su no menos fantástico álbum homónimo de debut, afloran desde mi interior y en forma de silbido, más o menos reconocible, actúan como banda sonora de algunos de mis momentos de introspección gozosa. Ese es el motivo por el cual, tras demasiado tiempo desconectado de aquel indie-pop americano primigenio (las etiquetas lo-fi, twee pop nunca me gustaron), no dudara en acercarme hasta el Magazine, para ver cual era el menú con el que don Calvin pretendía alimentar a una pequeña congregación de acólitos y nostálgicos empeñados en recuperar los postulados del calvinismo noventero. Pero mi gozo en un pozo... Los años no pasan en balde para nadie, eso es evidente, pero si encima uno no le echa ganas...

Vale que, efectuando un análisis objetivo de lo acontecido, es justo reconocer que me topé con algo que no fue malo del todo, pero sí lo suficientemente flojo como para dejar aparcado, quién sabe sí por siempre jamás, un credo demasiado tiempo relegado al más olvidado de mis rincones. Y es que en lo que a música se refiere la objetividad cuenta bien poco. Tampoco aquello de “soy católico, pero no practicante”. Porque aquí los credos se profesan con pasión y hasta la mayor de las influencias recibidas acaba por desdibujarse con el paso del tiempo a fuerza de no ejercer. Exceptuando tal vez, dos, tres o hasta cuatro referencias de juventud. De aquellas que te sacudieron cuando las descubriste en tus años mozos, de forma que, lo quieras o no, formarán parte de tu bagaje por siempre jamás. Y ese no es el caso de Beat Happening, a quienes adoré, pero en un plano muy inferior al de otras bandas como Nirvana, Sunny Day Real Estate, Songs:Ohia o Pedro the Lion, por poner cuatro ejemplos de lo que antes os hablaba.

Creo que ya he dejado claro que mi calvinismo se esfumó hace demasiado. La plantita se secó a fuerza de no regarla y ni siquiera recientes esfuerzos en alimentarla han servido para nada más que para darme cuenta de que fue bonito mientras duró. Pero es que encima el show ofrecido en Valencia fue un poco estafa. Comenzando por la actuación de los teloneros: Pequenyo Mulo y los Arcanos Mayores y Sergi Alce, que si bien pusieron de su parte, ni así les dio. Los Arcanos, muy flojitos, tanto que no merece la pena ni comentarlo y Sergi too much cagapenas for my body. Y es que no es necesario y mucho menos conveniente, comenzar cada tema haciendo referencia a la tragedia personal en la que te inspiras. Una vez tira que te va, dos ya cansa y tres... pues nada como eso para acabar por desconectar a un público ya de por sí bastante escaso, poco atento e insuficientemente alcoholizado como para pasarlo por alto. 
Calvin Johnson decirle que, por lo menos, podría haber conectado la puta guitarra. Ya no digo que se hubiese hecho acompañar por una banda como por ejemplo The Hive Dwellers, con quienes acaba de grabar material (arriba lo tenéis incrustado). No creo que eso sea pedir demasiado, la verdad. Porque al final todo resultó bastante pobre. Y corto, ¡tremendamente corto! Y triste. Y eso último es lo peor, esa terrible sensación. No le salva ni su amplio repertorio de gracietas y monerías variadas. Ni siquiera la incuestionable categoría de las composiciones originales. Ni el que, visto como comenzó la cosa, al final saliéramos de allí con la idea de que aún pudo haber sido peor, ejemplo prototípico de aquello de “el que no se consuela es porque no quiere”.

Una auténtica lástima. Hubiese preferido ver a Mr. Johnson hace veinte años, en plena forma y con sus compañeros en Beat Happening. Pero ni él tuvo ganas de venir a mí, ni yo pasta para ir a verle allá.

Eso sí, hay que reconocer que su voz sigue impresionando como antaño. 
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