domingo, 4 de mayo de 2014

El hombre de mazapán

Descendía caminando la cuesta del puente atrás el edificio derruido, una oscura figura erecta y un extraño. Vengan aquí hasta que les diga. Dónde está el mar alto y los vientos suaves y húmedos y tibios, a veces manchados de sol, con la paz tan absurda por desear donde todo está dicho y habla. En una noche de invierno oí caballos en un camino rural, arrancando chispas a las piedras. Sabía que huían y que cruzarían los campos donde el repiqueteo de cascos llegaría a mis oídos. Y dije están corriendo hacia la muerte y lo hacen con cierto espíritu y sus ojos están locos y muestran los dientes”
Tenía anotada la lectura de este novelón desde septiembre del año pasado, cuando Kiko Amat consideró que “El hombre de mazapán” reunía méritos suficientes para ser libro del mes en Bendito Atraso. Y vaya si tenía razón.

No estamos hablando de una novela actual, ni siquiera reciente, sino de algo que se publicó en 1965 e inmediatamente se vio envuelto en la polémica. Se trata del debut literario de James Patrick Donleavy, prolífico autor norteamericano de ascendencia irlandesa, quien se enfrentó por su causa a múltiples acusaciones de obscenidad. De hecho, por culpa de ello, las pasó canutas para lograr un editor. Al final encontraría acomodo en la editorial francesa Olympia Press, que parece le cogió el gustillo a eso de publicar autores "obscenos". Samuel Beckett o Henry Miller son buenos ejemplos de ello. El caso es que también gracias a eso “El hombre de mazapán” terminó por convertirse en un auténtico best seller de alcance mundial. Incluida la beata Irlanda, donde transcurre gran parte de la trama y en donde produjo mayor escándalo. No en balde el libro estuvo prohibido durante más de veinte años en aquel país.

Sebastian Dangerfield es el hombre de mazapán, prota de esta historia. Un vivales borrachuzo, seductor, aprovechado y más pobre que una rata, que malvive entre las callejuelas de Dublín, tambaleándose de taberna en taberna y de cama en cama. Un expatriado sin prejuicios y con mucha jeta que vive consagrado al arte de no hacer nada, burlándose del mundo y embaucando a señoras, a señoritas y a no tan señoritas. Un tipo que, al final de la carrera, no es más que una caricatura de si mismo, un pobre de espíritu que encierra dentro de sí una personalidad bastante débil. De ahí lo del hombre de mazapán, ya que la fortaleza de Sebastian, al igual que ocurre con esas galletas de forma humanoide, se deshace en migajas con suma facilidad.

Un libro libro guarro y salvaje, pero también lírico y conmovedor. Una historia rabiosamente divertida. Una de las cien mejores novelas del siglo XX, según la Modern Library. ¡Y con unos personajes secundarios verdaderamente memorables! Estupenda recomendación.
Cuando estuve ahí traté de que Tony se interesara en tomar el Norte por la fuerza. Y Tony me contó de la vez que pasaron la frontera. Todos querían liquidar policías, era imposible contenerlos, estaban dispuestos a clavar la tricolor en el Norte. De modo que pasaron la frontera, los bolsillos llenos de bombas caseras, granadas de mano y gelinita. Se encuentran con un policía. Son cuarenta, y viene un policía y dice vamos, vamos, este es el país del Rey, de modo que compórtense o tendré que encerrarlos a todos. Tienen la cara larga, pliegan la tricolor, dejan las bombas y se meten en la primera taberna y se emborrachan, y el policía con ellos. Estuvo bueno. Sabes, no creo que jamás quieran apoderarse del Norte. Barney dice que son la mejor gente de la tierra. Mira, quizá el Norte podría apoderarse del Sur.” 

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