viernes, 28 de noviembre de 2014

El tigre - pantera


Tigre, tigre, que te enciendes en luz
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
pudo idear tu terrible simetría?
¿En qué profundidades distantes, en qué cielos ardió el fuego de tus ojos?
¿Con qué alas osó elevarse? ¿Qué mano osó tomar ese fuego?

¿Y qué hombro, y qué arte
pudo tejer la nervadura de tu corazón?
Y al comenzar los latidos de tu corazón,
¿qué mano terrible? ¿Qué terribles pies?

¿Qué martillo? ¿Qué cadena?
¿En qué horno se templó tu cerebro?
¿En qué yunque? ¿Qué tremendas garras osaron sus mortales terrores dominar?

Cuando las estrellas arrojaron sus lanzas
y bañaron los cielos con sus lágrimas
¿sonrió al ver su obra?
¿Quien hizo al cordero fue quien te hizo?

Tigre, tigre, que te enciendes en luz,
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
osó idear tu terrible simetría?
El tigre”, es un poema escrito por el poeta, pintor, grabador y místico William Blake allá por el pleistoceno medio que fue incluido entre sus “Cantos de experiencia”. Pasa por ser una de sus piezas más conocidas e influyentes. De hecho es la causa de que el periodista Alfred Bester pergeñase ese espanto literario titulado “Las estrellas mi destino”. Aunque también de que el gran relatista norteamericano, de origen armenio, William Saroyan, escribiese la deliciosa novelita breve de la que ahora os paso a hablar.
Se titula "El tigre de Darcy” y es, aunque no lo parezca, una historia de amor. Su propio autor lo deja claro al final de la narración diciéndonos que “ésta es la historia de Thomas Tracy, Laura Luthy y el tigre, que es el amor”. ¿Qué qué?
El caso es que el joven Tracy tiene un amigo imaginario; un tigre que en realidad no es tal sino que es una pantera negra. Éste (o ésta) le acompañaba allí donde va y encima le habla, le aconseja y hasta le sermonea. Eso sí, tan solo él puede verle y oírle. Un día Tracy se enamorará perdidamente de la bella Laura Luthy, pero el romance acabará de manera abrupta y bastante estrambótica, por decir algo. A raíz de eso nuestro protagonista y su tigre-pantera se marcharán desde Nueva York hasta la soleada California, para no volver hasta pasados unos cuantos años. Lo curioso es que, a su vuelta, un día mientras camina por la Quinta Avenida, se dará cuenta de que su tigre es real. El pánico se desata, la policía actúa y el tigre acaba herido y Tracy recluido en un manicomio. Pero una historia como ésta no puede acabar así, por lo que Saroyan se reserva una simpática sorpresa en forma de happy end que le va muy bien a esta especie de parábola sobre el amor, el alma humana y la importancia de creer, no sólo con la mente, sino también con el corazón.

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