domingo, 22 de marzo de 2015

Acuérdate, oh misericordiosísima Virgen de Guadalupe, que ninguno de los que han acudido a tu protección, implorando tu asistencia y reclamando tu socorro ha sido abandonado por tí...

Es evidente que Guadalupe Plata no han inventado la pólvora. Su fórmula -y mira que abuso de esta palabreja en mis posts musicales- apela al blues de toda la vida de Dios. Música de raíces negras convenientemente electrificada, tal como hicieran todos aquellos hermanos que en los años 30 marcharon hasta el norte industrial de los estates para ganarse el pan. En definitiva y a lo que iba es que originalidad, lo que se dice originalidad en la receta Guadalupe Plata, pues cero patatero. Lo cual no quita que el trío de Úbeda haya sabido llevar todo ese bagaje de negritud sureña hasta nuestro sur y cantando en castellano, lo que no es poco, sonando tremendamente veraces y -¡oh sorpresa!- contemporáneos. 

Venían los chicos capitaneados por don Perico de Dios hasta Valencia para presentarnos su tercer trabajo. Un disco homónimo, como los dos anteriores, que les sitúa de nuevo en el Olimpo del rock surgido de entre las entrañas de la piel de toro. Álbum con una llamativa portada muy acorde a la imagineria y a la estética que la banda andaluza se gasta. Álbum sin titulo como ya he dicho, para no perder la costumbre, lo cual será una jodienda para todos aquellos que, dentro de unos años, comiencen a buscar el material que ahora, de forma incomprensible, están dejando pasar. Aunque eso ya es (o será) otra historia. Y no seré yo quien se halle en semejante tesitura. Ya llevo unos añitos deleitándome con esta propuesta aparentemente intrascendente que, paradojicamente -y aquí me la juego-, llegará mucho más lejos que la practicada por otros popes del indie patrio tan acostumbrados ellos a recibir ventoleras y hasta huracanes a favor de causa. Y sino tiempo al tiempo.

Todo transcurrió en el marco de una sala Wah Wah que colgó el cartel de no hay billetes, como no podía ser de otra manera. En un ambiente de sudoración y falta de aire que le iba la mar de bien a lo que allí se venía a ofrecer. Nunca “Rata” y “Huele a rata”, tocadas una a continuación de la otra, cobrarán tanto sentido como lo hicieron anoche. Aunque bueno, también “Serpientes negras”, sobretodo vistas algunas actitudes del a veces poco respetable. Muy puntuales, eso sí. Y en ese contexto fue como Guadalupe Plata fueron desempolvando todo su repertorio, desde “Tormenta” a la popular “Calle 24”, desde “Milana” a “Oh! My Bey!”. Hipnotizando a un público con muchas ganas de mandanga que se entregó a los ebdetenses desde el minuto uno al noventa y tres, descuento en forma de bises incluido. Hasta el punto de que no nos hubiera importado disfrutar de una prorroga e incluso, si se hubiera terciado, llegar a penaltis. Gran concierto el ofrecido por los jienenses, si señor. Uno de esos en los que cobra sentido aquella afirmación, demasiadas veces gratuita, de que las bandas crecen en los directos. Guadalupe Plata sí son una banda de directo. Es más, con el escaso bagaje que me da el haberles visto un par de veces diré que son sobretodo eso. No os los perdáis si os pilla cerca y con la cartera llena.

Por cierto y ya para acabar, comentar que los cachivaches que calza el señor Martos son una auténtica pasada.

Agur ratas de dos patas... 

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