viernes, 30 de diciembre de 2016

Cosecha musical 2016. Lo milloret pa' este menda...

1. The Drones – Feelin' Kinda Free
Maravilloso álbum de ¿space-rock? El más extraño y rico en la ya larga trayectoria de la banda de Perth. Un álbum denso e hipnótico a partes iguales en el que los habituales barridos de guitarra dejan paso al ritmo motorik y a la experimentación. Haciendo honor a esa libertad mencionada en el título, o quizás por ese motivo, los sintetizadores campan a sus anchas a lo largo de los ocho cortes que integran este “Feelin' kinda Free”. También se aprecia una mayor presencia de la voz de Fiona Kitschin. Interesante contrapunto al habitual cazallerismo vocal del máster and commander Gareth Liddiard. Estamos ante un ópus magnum que crece y crecerá con cada una de las escuchas. Discarro con muchísimos números para acabar integrado en la siempre discutible categoría de -¿porque no?- las obras de culto.
2. Kyle Craft – Dolls of Highland
¡Aparición mariana! Deslumbrante debut el de este enérgico muchachito nacido a orillas del río Mississipi. Mixtura, casi imposible, entre la obra del último premio Nobel de literatura y el tristemente fallecido David Bowie en tiempos del “Hunky Dory”. Alguien que reconoce se metió en esto para para honrar a Bob Dylan y que devino en una suerte de cantautor glam con su conveniente punto de locura e histrionismo. Un tipo capaz de alumbrar sus propias composiciones recurriendo a esos demonios personales y extrañas vivencias que lejos de lastrarle han contribuido a llevarle por la senda del genio. Disco en el que se dan cita los ritos del vudú, la mitología de los pantanos, el ambiente y la religiosidad del gótico sureño y hasta el burlesque. También están muy presentes las secuelas del jodido desamor.
3. Explosions in the Sky – The Wilderness
¿Es “The Wilderness” el mejor disco hasta ahora de Explosions in the Sky? Pues quizás sí. Desde luego que es su obra más compleja y exuberante en todos los sentidos. Un trabajo que se aleja de la mediocridad a la que se acercaron peligrosamente con aquel “Take Care, take care, take care” y con el que recuperamos para la causa al cuarteto tejano. Como en sus mejores trabajos, Hrasky, James, Rayani y Smith tienden a lo luminoso, pero sin abusar aquí del crescendo místico marca de la casa. Las explosiones están presentes, pero ahora de forma diferente. El patrón compositivo ha cambiado y sin alejarse del todo de aquellos estándares de género con los que se labraron fortuna, parece evidente que han ampliado el espectro. Los temas presentan una mayor complejidad, con una serie de capas que se superponen hasta conformar un cuadro mucho más rico en matices que el dibujado hasta la fecha. Se nos han hecho mayores en el buen sentido.
4. Holy Esque – At Hope's Ravine
Esperadísimo largo de debut el de esta joven banda escocesa. Ya era hora, tras la inagotable ristra de adelantos presentados a lo largo de los últimos tres años y con los que nos habían puesto los dientes largos. Un enorme cancionero caracterizado por la yuxtaposición de muros de sonido que acaban derivando en catárticos remansos de paz. Construcciones en las que se juega con esa dicotomía luz oscuridad dentro de la cual el cuarteto de Glasgow se mueve como pez en el agua. Asombrosa carta de presentación aún para aquellos que ya veníamos avisados de que Holy Esque no eran simplemente otra banda más de revival post-punk. Disco intenso, repleto de esos preciosos claroscuros en los que sobresale la extraña y maravillosa voz de Pat Hynes.
5. Nada Surf – You Know Who You Are
Nada Surf son eternos y su estrella no se apagará nunca. Ellos lo saben y le sacan un tremendo partido disco tras disco. Ahora, tras más de veinte años de carrera y sin necesidad de inventar la pólvora, continúan en la senda de agrandar un argumentario en forma de canciones con el que nos recuerdan quienes son y porqué siguen estando ahí. Es imposible pasar por alto este “You Know Who You Are”, octavo disco de estudio en la trayectoria de los autores de “Popular”. Un álbum de reivindicación – ¿y que álbum de Nada Surf no lo es?- con el que el trío -ahora reconvertido en cuarteto- neoyorquino se afirma en su condición de referencia dentro del universo del pop-rock alternativo. Disfrutable colección de canciones repletas de momentos que parecen destinados a que los silbemos sin parar. Enorme homenaje el que se ha dedicado la banda en el año previo al de sus bodas de plata. 
6. Richmond Fontaine – You Can't Go Back if There's Nothing to Back To
Tras cinco años de silencio y cuando muchos ya pensábamos que el proyecto musical de Willy Vlautin estaba finiquitado, Richmond Fontaine nos ha regalado este "You can't go back if there's nothing to go back to". Un álbum que entronca con algunos de los mejores momentos de la banda de Portland. Os hablo de aquella gloriosa seguida de discazos publicados a comienzos de este siglo y que está compuesta por “Winnemucca”, “Post to Wire” y “The Fitzgerald”. Así pues el undécimo álbum en su ya larga trayectoria es otra delicatessen más a añadir a un brillante currículo. Una novela musicada en trece actos en la que dibuja, como solo él sabe hacerlo, ese tipo de historias cotidianas que tan próximas nos resultan pese a la enorme distancia geográfica. Un disco enorme que confirma a Vlautin en su posición de retratista oficioso de la América olvidada. Aquella que pueblan perdedores irremediables y solitarios sin rumbo. Canciones que, como no, al final dejan un regusto más amargo que dulce.
7. Band of Horses – Why are you Ok
El regreso de los Horses no ha sido tan bien acogido como seguramente merecía. Quizás se deba, como apunta una conocida revista musical, a que era tanta la decepción acumulada tras el desabrido “Mirage Rock”, que algunos se bajaron del carro. Craso error. El quinto álbum de la banda de Ben Bridwell es una delicia. Y vale que no pasará a la historia como el mejor de sus álbumes, pero extraña verlo considerado como un disco menor. La banda de Seattle se ha rodeado aquí de gentes como Jason Lyttle -el tío de Grandaddy- y Rick Rubin quien les ayudó en la labor de equilibrar su fantástico legado de americana con mayúsculas y ciertos arrebatos de brío con los que actualizan la propuesta. Melodías, melodías y más melodías, amén de los deliciosos juegos vocales marca de la casa. Guiños a Neil Young y hasta alguna colaboración estelar como la del gran J. Mascis en “In A Drawer”.
8. Angel Olsen – My Woman
Se hacía difícil prever un regreso tan imponente como el de Angel Olsen durante este 2016. Y es que la cantautora de St. Louis había dejado el listón muy alto con aquel magnífico “Burn Your Fire For No Witness” de 2014. Pero desoyendo el sonsonete que clama que es mucho más complicado mantenerse que llegar a la cima, la chica no solo se ha mantenido sino que, como el Sotomayor de las grandes citas, ha mejorado marca. Y es que “My Woman” es tremendo. Un cofrecillo repleto de gemas a través de las que la Olsen nos deja vislumbrar que se cuece en sus interioridades. Canto a la feminidad, la suya, haciendo uso de ese vozarrón que le ha dado Euterpe, Polimnia o hasta Terpsícore. Diez cortes en los que reflexiona sobre su condición de mujer y que le consagran como una de las principales autoras de la nueva generación.
9. Parquet Courts – Human Performance
Vuelta al ruedo de la banda de los hermanos Savage como Parquet Courts. Y vuelta a los orígenes. Dejando de lado aquella broma -¿porque era una broma, no?- titulada “Monastic Living” y recuperando la fórmula maravillosa, que ni es secreta ni original -ni falta que hace-, basada en un esquema aparentemente sencillo y en toda la contundencia que haga falta y hasta más. Guitarras secas y baterías a toda mecha en la mejor tradición del punk-rock al margen del mainstream. Ecos a la Velvet y a los Clash, pero también algo de los Ramones, del indie-rock de grupos como Pavement e incluso acercamientos al sonido de aquellos dos primeros álbumes firmados por los Strokes. Parece claro que estos tíos juegan al margen de modas, alejándose de forma consciente de ese hipsterismo agilipollao que campa a sus anchas. ¡Y a Dios gracias! En conclusión, que este “Human Performance” nos devuelve la mejor versión de la banda de Brooklyn. Un gustazo.
10. Michael Kiwanuka – Love & Hate
Me gustan y me acerco a prácticamente todos los estilos musicales, pero he de reconocer que el soul no está entre mis favoritos. Quizás por ello no reparé en aquel notable “Home again” (2012) con el que el artista británico de origen ugandés se presentara en sociedad. Escuchado hoy y sobretodo tras dedicarle horas y horas de atención a este “Love & Hate”, su segundo elepé en el mercado, uno se da cuenta de que Kiwanuka es muchísimo más que un músico de nuevo soul. Sin prescindir de su espiritualidad, las composiciones del artista de Muswell Hill se expanden entre géneros, trazando un camino lleno de recovecos que acaba entroncando con la mejor tradición folk británica. La que va de Bert Jansch a los Fairport Convention, pasando por Van Morrison. “Love & Hate” es un disco magnético como pocos. Suavecito, en el buen sentido y que destaca por encima de todo por una preciosa instrumentación y esos elegantes coros repletos de negritud. También por esa voz doliente con la que el tipo consigue elevarnos al cielo.
11. Ultimate Painting - Dusk
Disco bien lánguido pero bien chulo el tercero de este proyecto a dos manos  de James Hoare y Jack Cooper, miembros de Veronica Falls y Mazes respectivamente. Y es que los tíos llevan ya tres discos pasando medio de puntillas por la escena, sin que se les haga demasiado caso y ¡joder!, ya quisieran otros firmar semejante ristra de buenas canciones. La última colección al cargo del supergrupo sigue tirando, para no perder la costumbre, de ese pop adictivo y engañosamente simple, en la estela clásica de unos Beatles o el lado más poppy de la Velvet Underground. Psicodelia que es a la vez melódica y con una tamizada tendencia a la oscuridad. Eso sin prescindir de pequeñas píldoras de dopamina en forma de guitarras. Una banda que cuando empezó a funcionar, allá por el lejano 2014, me hizo temer que supondría el fin de mis amados Mazes. Confío en que el sr. Cooper no finiquite tan glorioso proyecto musical. Tampoco este, please.
12. Jesu/Sun Kil Moon – s/t
Nuevo artefacto colaborativo de Mark Kozelek ahora junto al post-metalero Justin Broadrick, en estos momentos en Jesu y antes en Godflesh. Uno de los discos más rayantes -sino el que más- de entre los que nos ha deparado la cosecha musical 2016. Parece ejecutado por una banda estable de lo conjuntado que suena. Si bien, en todo momento da la impresión de que los talentos de Kozelek aportan una alícuota superior a los de su compañero de correrías. Fusión de egos y sonidos que nos lleva desde el folk-rock de tintes apocalípticos más en la onda del gringo Kozelek, hasta el shoegaze con ribetes industriales del británico Broadrick. Además con presencia de colaboradores de campanillas, como Rachel Goswell de Slowdive y Mojave 3, Alan Sparhawk y Mimi Parker de Low, Will Oldham -Bonnie “Prince” Billy- o el batería de Sonic Youth. Dando lustre a este disco repleto de emociones musicadas.
13. Savages – Adore Life
En el 2013 coloqué el “Silence Yourself”, primer larga duración de las londinenes Silences, en cabeza del ranking musical del año. Y aunque ahora este “Adore Life”, que incluye el nuevo material compuesto por la banda de Gemma Thompson, aparezca algo más abajo en el listado 2016, no creo que hayan dado un paso atrás en su carrera. Aquella vez no las conocía y no sabía que esperar. Me sorprendió muchísimo su sonido atronador y sobre todo la mala leche que se gastaban. También el que dignificaran ese sonido próximo a los postulados del post-punk y encima en clave femenina. Ahora ya no me han sorprendido. De este “Adore Life” esperaba justo lo que en hay en él. Compilación de canciones -once exactamente- en las que el cuarteto sigue las mismas pautas que en su predecesor. Si bien, en líneas generales, resulta un tanto más áspero y duro que aquel. ¡Que ya es decir!
14. Damien Jurado – Visions of Us on the Land
Siempre es difícil resistirse a ese folk-rock tan sentido, a esa americana alla maniera di Jurado con su psicodélica deriva, amén de esa increíble capacidad de sobrecoger. Y eso que yo soy uno de aquellos a los que costó aceptar a ese álter ego místico que protagoniza los tres últimos álbumes del cantautor con apellido de tonadillera. Me pasó con “Maraqopa” (2013), más aún con “Brothers And Sisters Of The Eternal Sun” (2014) y algo menos con este “Visions of Us on the Land”. Con todo he de decir que el cierre del viaje espiritual de ese trasunto de sí mismo que nuestro héroe se ha sacado de la manga es glorioso. Un disco que crece y crece con cada escucha. Un ramillete de sonoridades que se expanden en los diecisiete temas que lo integran y que dignifican la trilogía del Jurado perdido en busca de sentido y que me perdone el doctor Frankl. Álbum en el que el folk-singer de Seattle encadena un sinfín de logros abrumadores, provocando una adhesión inevitable a la causa desde el primer minuto.
15. Car Seat Headrest – Teens of Denial
Joder con el muchacho... ¡23 primaveras na'más! ¿Que va a dejar a la vejez? Lo descubrí el año pasado con “Teens of Style” y ya me impresionó el toparme con un disco tan maduro al cargo de alguien tan joven. Eso no era nada, visto lo que nos ofrece este año con una banda real detrás. Porque “Teens of denial” es un disco espléndido. Mucho más redondo que su predecesor. Y es que el Willy Toledo bueno ha sabido superar los desequilibrios de los que adolecía su anterior elepé. ¡Y le ha bastado un año! ¿Genio precoz? Por ahí va la cosa. Rock'n'roll actitud y Roacután, esa es la fórmula. Con eso Toledo nos acerca a un universo lleno de pequeñas historias sobre jipis con poderes, ballenas asesinas o capitanes de barco que abandonan sus responsabilidades a las primeras de cambio. Doce composiciones que perfectamente podrían hacer las veces de jitazo promocional y en las que se aprecia como el chaval sigue bebiendo del espíritu de Neutral Milk Hotel, Pavement, Dinosaur Jr, Guided By Voices y otros ilustres noventeros.
16. Scott & Charlene's Wedding – Mid Thirties Single Scene
Una de las sorpresas del año para este menda es el tercer disco de estos australianos afincados en la Gran Manzana. No he tenido tiempo para acercarme a su obra previa pero joder, si este es el nivel, habrá que recuperarles. Quinteto originario de Melbourne que no salen de la cantera de las BeBeCé, aunque su nombre parezca indicar lo contrario. Con este “Mid Thirties Single Scene” buscan la forma de patentar su propia etiqueta musical. Una suerte de psicodelia a la australiana. Aunque ellos mismos cuentan que, en su conjunto, el disco rinde homenaje a los grandes del pop aussie de los años 80. Soy incapaz de valorar eso. A mi me suenan a pop con una deliciosa deriva velvetiana. También un poco a los Television, sobretodo en los pasajes más oscuros de algunos de los cortes.
17. Sturgill Simpson – A Sailor's Guide to Earth
Otro discarro más a la atención de todos esos que esgrimen, como si nada, que el country es un género musical inmovilista repleto de aspirantes a cowboy que vive de las migajas de aquello que aportaron en los 60 y 70 gentes como Waylon Jennings, Willie Nelson o Tammy Wynette. Bueno, lo mismo que digo respecto a esta “guía” se puede aplicar al anterior álbum publicado por el artista de Jackson, aquel glorioso “Metamodern Sounds in Country Music”. Y es que Sturgill Simpson parece predestinado a reinar en lo suyo durante décadas. Ningún contemporáneo le hace sombra en este mundo de la música de raíces con la excepción, tal vez, de Ryan Bingham. Con este nuevo disco, aparentemente conceptual, Simpson nos vuelve a demostrar que se puede practicar country-music adoptando nuevas formas y sin necesidad de rememorar una y otra vez a los clásicos. Sin despreciar la herencia de Hank Williams pero acercándose a otras sonoridades más souleras, o incluir episodios quasi-operísticos y versionear a Nirvana.
18. David Cordero – El Rumor del Oleaje
El que fuera líder de los infravalorados Úrsula lleva unos añitos componiendo básicamente bandas sonoras para películas y documentales. En este 2016 se ha presentado con “El rumor del oleaje”, hipnótica propuesta de sonidos ambient en la que rinde homenaje al mar. Al mar y supongo que a aquella islita japonesa en la que sobrevivía una apartada comunidad de pescadores inventada, o más bien creada, por Yukio Mishima. En esta ocasión el músico de San Fernando recurre a la pulsión electrónica. Eso sí, sin prescindir de los teclados, las cuerdas y algún viento. Incluso a la voz -casi inapreciable aquí- de El Niño de Elche al comienzo del álbum. Con esos mimbres confecciona doce temas eminentemente instrumentales. Melodías minimalistas que nacen de interpretar el rumor del oleaje en cuatro playas de Andalucía y otras tantas del País Vasco. Justo las que dan nombre a cada uno de los cortes. Un regalo de álbum en el que Cordero se introduce en la teoría de los paisajes audibles del canadiense Raymond Murray Schafer.
19. Wovenhand – Star Treatment
Más que tratamiento de estrella lo que David Eugene Edwards merece es que le pongan un ático tríplex con dos plazas de garaje y un trastero en plena calle Colón. Eso y que le subamos de categoría desde ya. Nunca más referirnos a él como reverendo Edwards. Ahora mismo ya es el puto Dios. Y es que el tipo lo ha vuelto a hacer. Su novena misa gótica es tan brutal como la que más. En esta ocasión el artista de Colorado recurre a su cara más rocker. Desde luego la más cañera que uno recuerde incluyendo toda la discografía de 16 Horsepower. Sigue robusteciendo ese mensaje malsano incardinado dentro del imaginario propio del gótico sureño, para goce y disfrute del hillbilismo militante. Ritmos tortuosos, eléctricos y punzantes que continúan la deriva iniciada por “The Laughing Stalk” y manifiestamente mejorada con “Refractory Obdurate”. Un álbum pétreo y hasta diamantino. Una Maravilla. Otra más.
20. Gener – Oh, Germanes!
Le escuché decir al responsable de una tienda de discos de mi ciudad, que “Oh, Germanes!” tenía visos de ser el primer trabajo en valenciano con una proyección real en todo el Estado. Estoy bastante de acuerdo. Y es que el segundo disco de Gener confirma todo lo bueno que ya anunciaba el “El Temps del Llop” y aún más. De aquel blues-rock con raíces mediterráneas hemos pasado a una especie de pop-rock con escarceos psicodélicos y relecturas en clave soul en las que la voz de Carles Chiner brilla como una estrella en el firmamento. En este sentido supone un acierto pleno la aportación a veces feérica, otras directamente góspel, del coro femenino Las reinas Magas. Que además refuerzan el carácter conceptual del álbum. Porque “Oh, Germanes!” gira en torno a un único tema: la sensibilidad femenina y todas sus derivadas. Todo ello en once actos absolutamente luminosos, magníficos cada uno de ellos, pero que tan solo alcanzan su sentido pleno conectados entre sí. Enorme acierto de la banda de Benaguasil.
21. Ty Segall – Emotional Mugger
El octavo disco de estudio de este geniecillo californiano es otra vuelta de tuerca más a ese particular universo repleto de sonidos que hayan su inspiración en el garage y el rock setentero. Parapetados tras una tétrica portada que parece inspirada en la obra de los hermanos Quay, se encuentran once cortes, a cada cual más extraño, siempre distorsionados, siendo novedad en esta ocasión la oscuridad reinante. Muy consecuente con el mencionado diseño de portada. Segall sigue tirando del sonido fuzz marca de la casa para contraponerlo a su casi siempre melódica voz. Aquí le ha dado por añadir una fuerte carga de sintetizadores y efectos láser que acaban produciendo un efecto de mayor densidad e incluso suciedad. Para la ocasión el rubio de Laguna Beach se ha hecho acompañar por un supergrupo garagero que atiende al nombre de The Muggers y que está compuesto por Mikal Cronin, King Tuff, Emmett Kelly, Cory Hanson y Evan Burrows. ¡Ni más ni menos! Viva Ty Segall. Viva la experimentación. Y viva la marcianidad.
22. Lucy Dacus – No Burden
En contra de lo que parece expresar el título del álbum, mucho en las letras de esta veinteañera se parece a una suelta controlada de lastre en forma de canciones. Ni sé ni quiero saber de las circunstancias vitales y los padecimientos sufridos por la cantautora de Richmond, pero se agradece que nos haga partícipes de esta purga en nueve actos. “No Burden” supone una interesantísima compilación de melodías suaves y algún ramalazo roquero, siempre contenido y supeditado a la cálida y a la vez profunda voz de su compositora. De hecho le ha quedado un álbum muy cercano, en lo lírico y también en lo musical, al mundillo del slowcore. Un buen disco de debut, sincero y extraordinariamente cálido, que pone a Lucy Dacus en el mapa. Notable.
23. Plants and Animals – Waltzed in from the Rumbling
El regreso de la banda de Montreal tras varios años de silencio, ha dado como fruto este álbum, cuidadosa y relajadamente compuesto en este largo periodo. “Waltzed In From The Rumbling” supone un importante cambio de registro en lo que al sonido del trío canadiense. Encontramos en él guitarras más estridentes, ritmos y cadencias próximas al jazz o al swing, un toque de shoegaze sui generis e instrumentación experimental para la que no dudan en tunear floreros, utilizar un frigorífico e incluso registrar sonidos dentro de un autobús. En la búsqueda de ese sonido perfectamente imperfecto les ha quedado este brillante álbum en el que cada canción tiene su propio sello. Si bien, de alguna extraña manera, consiguen que la heterogeneidad que rezuma se funda en un único cuerpo. Sincero, original y repleto de enormes composiciones como ese “No Worries Gonna Find Us” que actúa a modo de -pseudo- single.
24. Teenage Fanclub - Here
No soy un incondicional de la banda de Bellshill. No lo fui con “A Catholic Education” o “Bandwagonesque”, ni tampoco con “Thirteen”. Y eso que en los noventa andaba rodeado de peña que se moría por las melodías y el repiqueteo de guitarra a lo Byrds de Blake, McGinley y Love. Pero ese machaqueo incondicional no consiguió transmitirme la enorme estima que tantos sentían por ellos. Con el tiempo he ido recuperando aquellos álbumes y valorándolos en su justa medida. Sin desatender a los más recientes, como el atractivo “Shadows” o este “Here” que aquí nos ocupa. Un trabajo del que, lo mejor que puede decirse, es que sigue demostrando el magisterio de los Teenage Fanclub impartiendo clases de power pop. Pareciera como si lejos de desinflarse, se crecieran disco tras disco. Siguen ahí los seductores juegos vocales, el típico sonido cristalino y los estribillos, quizás más sutiles ahora. Eso caracteriza a un álbum elegante, delicado y con un punto de melancolía. Perfecto para ser silbado, como todos y cada uno de los que han publicado hasta el presente.
25. Russian Circles - Guidance
La ración post-metalera de este 2016 nos viene servida por Russian Circles. Otro sugestivo disco -el sexto ya- el firmado por la banda de Chicago. En comparación con trabajos anteriores, pareciera como sí Sullivan, Turncrantz y Cook se hubiese puesto de acuerdo para manejar con una mayor sutileza esas agresiones discordantes que hacen de su sonido algo tan característico. Y es que en esa constante búsqueda de la épica, se aprecia cierta intencionalidad a la hora de explorar nuevas texturas instrumentales. No necesariamente más suaves aunque sí algo más depuradas. Tampoco es cuestión de asustarse, los sube y bajas, la alternancia entre simplicidad y complejidad, la prototípica polaridad silencio vs ruido, la sempiterna densidad... todo eso sigue ahí. ¡Y a Dios gracias!. En fin, que “Guidance” es otra oscura epifanía sonora en la que sumergirse y dejarse llevar. No supera las expectativas, es cierto, pero tampoco las defrauda. Y tiene pasajes -como al comienzo de “Afrika”- absolutamente maravillosos.
26. Esben and the Witch – Older Terrors
Es normal echar de menos a aquellos Swans en los que Michael Gira se repartía el papel protagónico con Jarboe. A falta de pan, o más bien a falta del influjo de la señorita Devereaux en Swans, tenemos la suerte de contar con Esben and the Witch. Y es que alguien tiene que mantener el pabellón bien alto en el ámbito de esas sonoridades nocturnas y primarias. Este 2016 la banda de Brighton ha desenterrado el hacha de guerra, ofreciéndonos una buena muestra de los viejos terrores que guardaban en su armario. Es su cuarto álbum de estudio y viene integrado por cuatro cortes de más de diez minutos ante los que solo podemos dejarnos arrastrar. Fantasmagoría, brujas, demonios y otros elementos en el ámbito de lo siniestro, para completar un tránsito exploratorio hacia ambientes y estados de ánimo que de alguna manera nos acercan universos post-industriales. Sin renunciar a la contundencia, ni a la variada gama de ruidos y distorsiones de guitarra que funcionan como perfecto contrapunto a la deslumbrante voz de Rachel Davies. Nuestro faro en el camino.
27. Kevin Morby – Singing Saw
Al final he conseguido entrar en la lógica del que fuera bajista de Woods y co-líder de The Babies -junto a la cantante de Vivian Girls-. Tres discos me ha costado convencerme de que el cantautor texano, también afincado en la Gran Manzana, tiene algo que contar y merece la pena ser escuchado. Este “Singing Saw” es un disco de folk-rock melancólico, aparentemente sencillo pero repleto de matices que van apareciendo con las diferentes escuchas. Su sonido bebe de las mejores fuentes. Desde ese Bob Dylan en modo country barroco, hasta el tristemente fallecido Leonard Cohen. También hay algo de Lee Hazlewood por ahí. Con todo y por acercarnos algo más al presente, a mi este “Singing Saw” me recuerda en algunos momentos a los discos de Kurt Vile. También aprecio ciertos aires al mejor Dan Bejar. Lo que no es poca cosa.
28. Shearwater – Jet Plane and Oxbow
Pese al ninguneo más o menos generalizado que ha sufrido, creo que el décimo álbum de estudio del proyecto capitaneado por Jonathan Meiburg -incluyendo en la lista el disco de versiones “Fellow Travelers”-, contiene una colección de melodías para enmarcar. Once composiciones repletas de texturas, grandilocuencia, melancolía, rock y sintetizadores con las que este ornitólogo y multiinstrumentista texano amplia una cuenta de aciertos ya bastante amplia y que le aúpa hasta la condición de genio. Poco o nada sorprenderá a todos aquellos que ya seguían la pista a este veterano de la escena indie. Mucho menos lo hará la presencia de ese vozarrón que Dios le ha dado y que planea sobre todos y cada uno de los temas hasta transformar la escucha de este “Jet Plane and Oxbow” en un acontecimiento sumamente especial. Por momentos sobrecoge.
29. Nap Eyes – Thought Rock Fish Scale
De no haber mediado la recomendación del responsable de mi tienda de discos favorita de Valencia y del mundo mundial, no habría accedido a los misterios que incluye este fantástico “Thought Rock Fish Scale”. Segundo álbum de esta joven banda de Nueva Escocia después de aquel “Whine of the Mystic” publicado hace un par de años. Ambos discos son consecuencia de aplicar un mismo patrón a la hora de afrontar el proceso de grabación. Los tíos se encierran cuatro o cinco días en el estudio para capturar tantas canciones como les sea posible, completamente en vivo, con una única grabadora y un cuatro pistas. Si bien es cierto que esta vez han estado más inspirados y el resultado, prístino en sus imperfecciones intencionales, parece más redondo que el del disco de debut. Temas rockeros, suavecitos y con cierta deriva lánguida en el sentido positivo que también aprecio en el último trabajo de Ultimate Painting. Ecos evidentes a Lou Reed -¡en canciones como “Lions in Chains” más que evidentes!- y en menor medida a Robert Forster y sus Go-Betweens.
30. Diamond Hands – s/t
Debut homónimo el de este dúo californiano formado por dos amigos, Jon Flynn y Joel Wall. Oportunamente ambos ingenieros de sonido. Me refiero con eso a que les ha venido de perlas para hacérselo todo ellos mismos en éste, su primer álbum. Sin injerencias externas han registrado ese sonido de guitarras cristalino, muy en la línea de la primera época de los Beatles, que al parecer buscaban. Gracias a una acertada producción, han parido este álbum de power pop redondo que podría venir firmado por los Gigolo Aunts, si estos se fuesen a vivir a la costa oeste. Con todo, la principal virtud de Diamond Hands es como son capaces de sacarle todo el jugo a las voces. Recuerdan a los mismísimos Teenage Fanclub. Construyendo esas armonías vocales sobresalientes que espero lleguen a ser marca de la casa, e insertado una retahíla de ganchos melódicos ante los que es imposible resistirse. Once cortes integran este gran trabajo publicado aquí por el sello zaragozano You Are The Cosmos.
31. The Goon Sax – Up to Anything
Dicen que Australia nunca decepciona. Yo no he tenido el placer de visitarlo, pero sí de oír a muchos músicos provenientes de aquel enorme país-continente. Y puedo afirmar que, en lo que al capítulo musical respecta, la aseveración resulta absolutamente cierta. Desde luego que lo es en el caso de estos tres muchachitos de Brisbane. Uno de ellos hijo del mismísimo Robert Forster. Guitarra, bajo y batería, con alternancia de voces chico-chica para presentarse en sociedad con una bonita colección de deliciosos anti-hits de indie pop de temática adolescente. O “microdramas adolescentes expresados con sofisticación pop”, citando textualmente la ficha promocional del disco. Un trabajo bastante breve, a pesar de los doce temas que lo integran, en el que además de la influencia de los Go-Betweens de papá, se aprecia la de unos Pavement en su versión más popera. En la onda de sus paisanos Twerps o Dick Diver.
32. The Prettiots – Funs Cool
Interesante álbum de debut el de esta girl band radicada en Brooklyn. La cosa va de twee pop y sus derivadas, escuela Rough Trade. Fresquito y muy fácil de digerir. Vamos, que este trío de jovenzuelas no ha inventado la rueda. De hecho son la enésima formación con esos aires surgida de las entrañas de Gotham. Pero molan. Sus armonías son preciosas y los acertados juegos vocales suenan deliciosos. El sobreabundamiento de ukeleles se les perdona por el buen gusto en los arreglos, por simples que estos parezcan. Irradian buen rollo e incluso cierta alegría a pesar de que las letras tienen su aquel. Que no os engañe la supuesta candidez de su propuesta: Honestidad brutal, feminidad militante y ciertos toques de humor. Un humor que en ocasiones de negro que es casi rapea.
33. Los Chikos del Maíz – Trap Mirror
A ver... sí... Los Chikos del Maíz... ¿Porqué? Pues porque este EP con tan solo cinco cortes me parece excelente. Ya desde hace un par de años, con la publicación de “La Estanquera de Saigón”, se merecen el mayor de los respetos. Y es que las letras del Nega y Toni “El Sucio” siempre habían molado, pero es justo desde el mencionado elepé cuando dieron ese salto cualitativo en las bases. Con “Trap Mirror” han ido un paso más allá. Confirman que siguen siendo el grupo de rap político en castellano por excelencia -en eso no tienen competidor-, pero añadiéndole ahora un beat acojonante. Siguen ahí las constantes alusiones a la actualidad y el uso de referencias culturales, como ese glorioso interludio en “Los Pollos Hermanos” con un pasaje de “Shutter Island”. Sus peroratas siguen siendo necesarias. Especialmente para soliviantar a la enorme legión de cuñaos que nos asedia y lastra como sociedad.
34. Palehound – Dry Food
Supongo que se deberá a haber grabado con Gabe Wax, responsable del “Foil Deer” de Speedy Ortiz, pero a mí el primer elepé de este trío de Boston me suena mucho a lo ofrecido por la banda de Sadie Dupuis. Están liderados por Ellen Kempner, guitarrista y vocalista de tan solo veintiún años de cuya mente han salido los ocho cortes incluidos en “Dry Food”. Un tratado de indie-rock repleto de giros sonoros que le van la mar de bien a la temática sobre la que orbita todo el disco. La propia autora reconoce que lo compuso en un momento particularmente difícil de su vida, lo cual se refleja en las letras. Disco confesional que, sin embargo, no abusa de los tiempos lentos ni prescinde de un estimable ruidismo. Y sí, ya lo sé, en puridad estamos ante un disco de finales del 2015. Pero bueno, lo desconocía hasta el momento de hacer la lista. Por lo que a mí respecta, lo he disfrutado durante este agonizante ejercicio.
35. Tommigun – Wooden Son
Quinteto de Bruselas que practica una suerte de art-rock muy en la línea de lo ofrecido por sus paisanos dEUS. Al igual que estos últimos (casi) todos hacen de todo y tanto Kaat Arnaert (voz principal), como Joeri Cnapelinckx (teclados), Pim De Wolf (bajo), Thomas Devos (guitarra) y Mattijs Vanderleen (batería), tocan y cantan. Himnos densos, relajantes e hipnóticos elaborados sobre una fina pátina de pop-rock de raíces americanas, al que añaden los teclados y personalizan con esos bucles a varias voces que se repiten hasta el infinito. En ocasiones da la sensación de que estemos presenciando una extraña misa góspel. Cadencias lentas en las que se combinan los mencionados coros y una rica orquestación, a veces silenciada, para dar como resultado esta propuesta musical poco convencional.
36. Beach Slang – A Loud Bash of Teenage Feelings
La verdad es que el título de este álbum, el segundo en la trayectoria de la banda de Philadelphia, deja bien claro que nos vamos a encontrar en su interior. Una fuerte oleada de sentimientos adolescentes en forma de canciones. Diez cortes que se consumen en treinta minutos escasos y que nos hablan de miedos, esperanzas, fatalismo juvenil, primeros amores y pérdida de inocencia. Un cóctel explosivo que entronca directamente con el legado de The Replacements y en menor medida con Hüsker Dü. En ocasiones también recuerda a los quehaceres sónicos de eminentes duetos coetáneos, como es el caso de los canadienses Japandroids. James Alex y Ed McNulty no han inventado nada, pero su punk rock energético bañado en influencias clásicas cuenta historias que son dignas de ser tarareadas. No existe la palabra tedio en su música. Así pues, disfruten y boten.
37. Maria Usbeck - Amparo
Maria Usbeck es la vocalista de Selebrities, anodina banda de pop electrónico asentada en Brooklyn. Antecedentes que para nada presagiaban este maravilloso primer trabajo en solitario de la artista ecuatoriana. Con un tratamiento mucho más acústico que el de su banda de origen, “Amparo” es un álbum pop cantado en lengua de Cervantes y organizado como un canto a los animales y la naturaleza. Entre los cortes aparecen una “Isla Mágica”, una “Playa Escondida”, una “Ciudad Desnuda”, un “Camino Desolado” o una “Inquieta Jungla”. En todos ellos destaca la forma con la que María Amparo combina instrumentos -marimbas, timbales, xilófonos, flautas andinas...-, idiomas -principalmente castellano, pero con guiños a lenguas indígenas y al catalán-, los géneros -dream pop, folk, ritmos latinos...- y las ambientaciones naturales -árboles, pájaros, agua-. Un bonito compendio de influencias que hacen de este un disco de canciones redondas perfecto para abstraerse de los problemas del día a día.
38. Crystal Castles – Amnesty (I)
No las tenía todas conmigo con el inesperado regreso de Crystal Castles tras la turbulenta salida de su emblemática vocalista Alice Glass. Aquello parecía el fin de la banda, pero no, han sabido recomponerse. El productor Ethan Kath junto a una nueva cantante lanzaron este “Amnesty (I)”, que supongo irá acompañado de un (II) y hasta un (III) para no perder la costumbre. Ejercicio de reafirmación en el sonido característico de este proyecto electrónico y experimental nacido en Canadá allá por el año 2003. La aportación de Edith Frances -la nueva- no hace olvidar a Alice, pero tampoco está nada mal. Vamos, que a pesar de que su voz es un tanto más delicada, el cambio no afecta casi nada al producto final. Si acaso el tono le va algo mejor a los cortes más apagados. Y en los más cañeros, alguno de los cuales presenta deliciosas derivas al mundillo electro-dark, pues ni se nota. Matraca, atmósferas cargadas y oscuras, algún estribillo molón y ese particular ruidismo marca de la casa.
39. Terrier – La Plaga
Me costó entrar en este disco. De hecho, no fue hasta después de verles un par de veces en directo, cuando comencé a prestarle atención. Se trata del tercer álbum de este cuarteto madrileño nacido al calor de la efervescencia garagera que asoló a este país a comienzos de la década. Quizás sí sus dos trabajos anteriores, pero “La Plaga” no es propiamente un disco de garage. Más bien estamos ante una interesante colección de píldoras poperas, a veces luminosas, otras bastante oscuras, incluso de power pop en algunos pasajes. Un trabajo en el que la diferencia viene marcada por la omnipresencia de los teclados. También son chulos los juegos vocales chico – chica, ciertas atmósferas casi ochenteras y, como no, la sensación de divertimento generalizado que se desprende, aún en aquellos cortes menos felices.
40. Fews - Means
El primer álbum de estos suecos les coloca en el grupo de cabeza en la disputadísima carrera de aspirantes a llenar el hueco dejado por Interpol. Vamos, si es que los de Paul Banks se quitan de en medio definitivamente. De Estocolmo a Nueva York, los chicos de Fews han ido propagando su mensaje post-post-punk, motorik noise-pop, o como carajo queramos llamarlo, durante todo este 2016. Nada en “Means” se aleja de la lógica de los ritmos mecánicos, las guitarras angulares y el bajo machacón. Del gusto por la oscuridad, la sobriedad y la contención. No hay drama ni épica en sus canciones, todas tienden a lo simple aún cuando en algún punto nos hacen temer por lo contrario. Buen debut que presagia cosas aún mejores en un futuro próximo.
41. Drive-by Truckers – American Band
Detrás de la portada más fea de toda su trayectoria, se esconden once cortes made in DBT. Lo digo porque ese cambio de estética hace temer lo peor. Pero no. El contenido sigue rayando a gran altura. Confirmando que son la mejor banda de rock sureño en activo por méritos propios. La catorceava entrega de la banda capitaneada por el tándem Hood - Colley -incluyendo en la lista elepés en directo, de caras B y rarezas- supone una vuelta a los orígenes. Al psychobilly, como a ellos les gusta llamarlo. Con presencia de esos maravillosos barridos guitarreros a lo Crazy Horse. Si bien, en lo que a las letras se refiere, estamos ante su disco más “podemita” por decirlo de alguna manera. Se aprecia la indignación que les embargaba en el momento de su gestación, con Trump a las puertas del Trono de Hierro. Otro gran disco en la ya extensa discografía de la banda de Athens.
42. The I Don't Cares – Wild Stab
Inesperado proyecto colaborativo entre Paul Westerberg (The Replacements) y Juliana Hatfield (Blake Babies, Lemonheads, The Juliana Hatfield Three). Larga colección de temas rockanroleros y ultravitaminados, con ciertos elementos y cadencias más propias de la música de raíces. Aunque la huella de sendos colaboradores es manifiestamente desigual. Vamos, que “Wild Stab” parece más un disco de The Replacements con el añadido de una voz femenina, que algo facturado por Juliana Hatfield. Lo cual no sé si es bueno o malo, pero es lo que hay. Un disco bastante resultón, acabado con mucho gusto y en el que destacan esos guitarreos que a veces nos golpean como si estuviésemos ante un álbum de garage. También he de decir que me ha encantado reencontrarme con ambos personajes. A pesar de que, quizás por motivos generacionales, yo soy más de Juliana.
43. Matthew Logan Vasquez – Solicitor Returns
Matthew es el más apocado de aquellos tres medio hermanos responsables de uno de los mejores discos del 2011, "Middle Brother" by Middle Brother. Debuta ahora en solitario y en formato largo con estos diez cortes que componen "Solicitor Returns". Continuista del interesante "Austin – EP", publicado tan solo unos meses antes. Estimable álbum de folk-rock, ideado, diseñado y ejecutado al noventa y nueve coma nueve por ciento por este prolífico músico tejano. Rico en influencias que van desde el distintivo trabajo de guitarras de Crazy Horse hasta al country rock escuela Gram Parsons -con o sin los Flying Burrito Brothers-, además de recoger el espíritu de los Deer Tick más juerguistas, con el (midel)broda' John McCauley al frente. Amén de la inclusión de cadencias psicodélicas y, lo que es más original, cierta deriva grungera en varios de los cortes. Como en esa suerte de himno alcoholizado que se titula “Everything I do is Out”.
44. Deap Vally - Femejism
El que había de ser el disco de confirmación de la banda angelina, ha pasado casi de puntillas entre las principales redacciones musicales del planeta. Y eso que se esperaba mucho de Lindsey Troy y Julie Edwards después de su fantástico debut con “Sistrionix”. Podríamos decir que estamos ante un álbum más accesible que su predecesor. No solo por la deriva popera en varios de los temas, sino más bien por su acercamiento, nada disimulado, al sonido de los Black Keys más roqueros y menos mestizos. Poco o nada queda en “Femejism” de aquellos guiños ledzeppelianos presentes en su debut. Por contra, a veces el álbum recuerda la época dorada de los Yeah Yeah Yeahs. Evolución lo llaman. Y no seré yo quien cuestione a quien, por el motivo que sea, decide alejarse de su zona de confort. Sobretodo porque el álbum me parece bueno. Pero no tremendo.
45. The Jayhawks – Paging Mr. Proust
Lo mejor que se puede decir del último trabajo de los Jayhawks, es que suena a los Jayhawks, lo cual no es cosa menor. Hablamos de una de las mejoras bandas de alt-country -sino la mejor- de la historia. ¿Son los Jayhawks de los mejores tiempos? Obviamente no. Los años no pasan en balde para nadie, pero eso no quita aquello de quien tuvo retuvo. Y Gary Louris & Co tuvieron y mucho. “Paging Mr. Proust no es el “Sound Of Lies” (1997), ni el “Rainy Day Music” (2003), ni siquiera “Smile” (2000), pero a su manera recuerda a todos ellos. La belleza de sus composiciones, la calidez de sus voces, esas melodías a las que es imposible resistirse y silbar hasta que se te salgan los dientes, aún siendo menos que antaño, hacen que al final acabe perdonándoles cualquier pecado. ¿Los Jayhawks se tiran pedos? Seguro. Pero huelen a flores. Doy fe.
46. Sílvia Pérez Cruz - Domus
Domus” es la banda sonora que la cantante de Palafrugell ha compuesto para “Cerca de tu casa”, película dirigida por Eduard Cortés y en la que se habla del drama de los desahucios. Además está protagonizada por la propia Sílvia. Primer álbum en el que la catalana vuela del todo en solitario, prescindiendo de colaboradores tanto en el plano creativo como en la interpretación. Un trabajo en el que la artista es capaz de transmitir todo un ramillete de sensaciones cantando en diferentes lenguas que al final son una sola, el idioma universal de las emociones. Preciosa compilación de canciones con las que confirma su increíble polivalencia. Y nos apabulla con esa poderosa voz que quita er sentío. Genial como siempre.
47. The Coral – Distance Inbetween
Lo de The Coral es una carrera contra los obstáculos. Con Bill Ryder-Jones ya fuera, centrado en su carrera en solitario y varios de sus miembros activos coqueteando con otros proyectos, los tíos siguen quedando para producir joyitas como este “Distance Inbetween”. El séptimo elepé en la carrera de la banda de Merseyside. Otro gran disco compuesto por doce cortes en los que se aprecia la riqueza compositiva habitual. Transmutados ahora en quinteto, los británicos siguen practicando esa suerte de rock psicodélico a la antigua, aunque abierto a influencias del presente. Sigue ahí la huella de Pink Floyd o incluso los Doors, pero también algo de la Motown y el country-rock en la onda Neil Young.
48. Juventud Juché - Movimientos
Era uno de los álbumes nacionales más esperados de este año, tras el adelanto en 2015 de dos trallazos como “En tu casa” y sobretodo “Miedo”. Y el disco no decepciona en absoluto. Supone una clara evolución, a mejor, respecto a aquel “Quemadero” publicado en 2014. Parece evidente que el trío madrileño apuesta por el machaqueo rítmico sobre todo lo demás, en una línea similar a lo que hacen gente como, por poner un ejemplo, mis paisanos Betunizer. “Movimientos” es un buen disco de post-punk castizo, intenso y magnético por partes iguales, integrado por diez temas que parecen claramente destinados a reventar el directo.
49. The Kills – Ash & Ice
Me temo que he posicionado este “Ash & Ice”, quinto elepé en la trayectoria de la banda anglo-americana, mucho más abajo de lo que debiera. Tal vez sea porque me vi sorprendido por el ritmo lento y lo pulido de un sonido otrora guarro que se respira durante los trece cortes. No sé si es tanto un tema de evolución como de adaptación ya que, según parece, Jamie Hince las ha pasado putas con una mano que ha tenido que pasar por quirófano en varias ocasiones. Con todo, ecos de esa fórmula rockanrollera, garagera y hasta punkarra con la que hicieron fortuna, siguen ahí presentes. Y la tensión sexual contenida entre Hince y la Mosshart también. Tan presente como siempre o incluso más si atendemos a las letras. Y vale que no es lo mejor que han grabado, pero aún así, ¡que bueno que volvieron! Y es que la gran implicación de Alison con Jack White en The Dead Weather no auguraba futuro feliz a sus Kills.
50. Indignu – Ophelia
Ophelia” es el último trabajo de los portugueses Indignu, al que he llegado tarde y mal. Bueno, tampoco es culpa mía, es una publicación de invierno. De ahí su retrasada y seguramente injusta posición en este ranking 2016. Lo nuevo del colectivo de Barcelos sigue la estela de aquel fabuloso “Odyssea” publicado en 2013 y con el que tomé contacto con ellos. Este trabajo está consagrado al mito de Ofelia, mujer llena de vida y sensibilidad a la que Hamlet acabó volviendo loca hasta el punto de tirarse al río. Creando con ello ese fantástico arquetipo pre-rafaelita de joven dormida por siempre jamás en medio de la naturaleza. Esas dos caras de Ofelia son las que se reflejan las líneas musicales de este fantástico álbum de post-rock. Guitarras, percusión, teclados y cuerdas, que se entremezclan a veces con delicadeza y otras con fiereza, para conformar un álbum lleno de contrastes y repleto de matices a redescubrir con cada escucha.
51. Terra Tenebrosa – The Reverses
La ración de metal extremo en esta cosecha musical 2016 viene firmada por Terra Tenebrosa. Tercer álbum de estudio con el que estos suecos siguen tirando de ese tono denso, pesadillesco y hasta desafiante marca de la casa. Música difícil y no apta para estómagos sensibles. Con el horror como modus vivendi, los cuarenta y ocho minutos que dura este “The Reverses” son una muestra de a lo que el metal de vanguardia debería tender. Sin abusar de la técnica ni prescindir de ribetes industriales, recogiendo y adaptando la semilla del black metal pero aderezándolo con unas gotitas de hardcore, cierta locura experimental y, como no, incluyendo toda una gama de matices provenientes de todos los géneros y subgéneros de la música extrema. Y con esas cacofonías empapadas de mal rollo que te colocan en la posición de la víctima en un vídeo snuff. Tremenda muestra de sonidos y ruidos con la que he disfrutado -¡sí, disfrutado!- como un enano. Un pepino malroller al cargo de unos Burzum producidos por los ingenieros de sonido de Will Haven. Ahí es ...
52. The Lemon Twigs – Do Hollywood
Escuchando la decena de cortes incluidos en este “Do Hollywood”, uno piensa que está ante un disco antiguo. Sin embargo los hermanos D’Addario, cabeza y cola de este proyecto musical, son apenas unos veinteañeros. Practican una suerte de pop barroco, psicodelia, glam-rock y hasta algo de surf en una interesante propuesta con marcado acento setentero. Sonoridades en las que se aprecia claramente la influencia de Brian Wilson y sus Beach Boys, aunque también algo de los Beatles, los Kinks, la música honky-tonk y un poquito de Big Star. Todo un cúmulo de influencias retorcido por esta talentosa parejita de Long Island hasta crear este disfrutable conjunto de canciones con las que demuestran -además de su buen gusto- una madurez impropia. Supongo que algo tendrá que ver que su padre venga del mundillo.
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